Ayer circulaba por las redes sociales el siguiente vídeo:
Después del choque inicial, busqué la conferencia completa en español y me encontré con esto:
A partir del minuto 20, cambian de intérprete y se escucha a un chico que sí es nativo. Tras ver esto, creo que es bastante evidente que no contrataron a la primera persona que pasaba por allí. Lo que me pregunto es qué pasó para que tuviera que interpretar al español una inglesa o estadounidense. Hay que tener en cuenta que la Gamescom se celebra en Alemania. ¿No encontrarían a suficiente gente? ¿Tendrían alguna baja a última hora? No voy a entrar en la terminología especializada porque supongo que encontrar intérpretes de conferencia españoles en Alemania ya de por sí es difícil, como para que estén especializados en videojuegos. Aunque algo de documentación no les habría venido mal. ¿Tendrían tiempo de prepararse? En la facultad se nos enseña lo importante que es documentarse, pero en la vida real también hay situaciones que distan mucho de ser las ideales o las que esperabas.
Intérpretes
Esto me ha hecho reflexionar sobre la primera vez que hice una interpretación “oficial” fuera de las aulas. Hace muchos años ya, se puso en contacto conmigo una aseguradora de California y me comentaron que uno de los abogados del despacho tendría que acudir a Las Palmas de Gran Canaria a una reunión que tendría lugar en una semana y que necesitaría un intérprete. Al principio, el tema de los seguros me echó un poco para atrás, pero me explicaron que el abogado acudía solo en calidad de testigo de la reunión y que él no hablaría apenas. Entonces les pedí más detalles sobre el asunto de la reunión, pero insistieron en que no me preocupara demasiado (¡ja!) y que él mismo ya me daría más detalles en persona. Acepté el encargo porque unos meses antes había ayudado a una investigadora de Reino Unido a hacer unas entrevistas y me sentí bastante cómoda haciendo interpretación bilateral.
El día antes de la reunión, me encontré con mi cliente para preparar la interpretación. Me explicó que la aseguradora para la que trabajaba tenía un cliente (una empresa) que iba a discutir con unos clientes suyos una compensación económica. Como buen abogado, no me dio nombres. Solo me comentó a qué sector pertenecían, por lo que busqué documentación sobre el sector, aunque más tarde descubriría que no la necesitaba. Acordamos que acudiría a la reunión una hora antes para conocer al resto de partes implicadas.
Y allí estaba yo, al día siguiente, con mi libreta para tomar notas, que luego tampoco me hizo apenas falta… Lo primero que descubrí fue que la empresa-cliente de mi cliente era una multinacional gordísima y que los clientes de la multinacional exigían una indemnización millonaria por un producto defectuoso. Además, como se trataba de muchísimo dinero, había acudido también a la reunión el presidente de la multinacional y técnicos de la oficina central (de Estados Unidos), junto con representantes y abogados de la filial española.
Poco antes de empezar la reunión, me comentaron que también habría otro intérprete que se encargaría de las intervenciones de la multinacional. Recordemos que mi cliente era la aseguradora, ya que querían enterarse de lo que se hablaba porque tendrían que asumir toda o parte de la cifra que se acordase. Todo empezaba a cobrar sentido.
Por aquella época, el mundo de los negocios me parecía un mar de tiburones y no me sentía nada a gusto en una situación tan tensa y complicada. Además, yo tenía en mente que haría interpretación bilateral, pero la situación requería interpretación susurrada. Eso sí que no lo había hecho nunca, pero si me negaba, además de quedar muy mal con mi cliente, le hubiese sido muy complicado encontrar a otro en menos de una hora, si es que lo hubiese conseguido. Así que hice de tripas corazón e intenté prepararme para lo que se avecinaba.
Cuando llegó el momento de la verdad y entramos en la sala (que era muy parecida a la del anuncio del Pronto), el presidente de la multinacional se sentó en el centro de la mesa, con su equipo a la derecha y los representantes de la filial española, a la izquierda. El otro intérprete estaba en el extremo derecho, junto a los técnicos, porque habían preparado una presentación y tenía que interpretarla. A la izquierda del presidente de la multinacional había dos huecos: uno para mi cliente (el abogado de la aseguradora) y otro para mí. En frente, estaba el abogado que representaba a todos los afectados, rodeado de asesores y consejeros.
Aquello se parecía mucho a un duelo medieval. Al empezar la reunión, el presidente de la multinacional (sentado en medio) iba hablando, su intérprete (que estaba en el extremo de la mesa) le seguía y luego respondía el abogado de los afectados. Mientras yo, a la izquierda del presidente, interpretaba susurrando a mi cliente. Esto pasó hace mucho tiempo, pero aún recuerdo como si fuera hoy el momento en el que el presidente de la multinacional me tocó el hombro y me dijo que interpretara yo en voz alta lo que él decía. En aquel momento, miré a mi cliente, que asintió con la cabeza y cambié de “modalidad”. Durante los primeros diez minutos, hacían pausas para dejarme interpretar, pero el ambiente se empezó a caldear, cada vez hablaban más rápido y lo que era bilateral se convirtió en simultánea sin cabina. Ese día descubrí que hablar rápido, como siempre hago, puede tener su utilidad y todo. :D
Tras dos horas, hicimos un descanso. En ese momento por fin pude hablar con el otro intérprete, que me comentó que él sí se había preparado la presentación de los técnicos porque se habían reunido el día anterior para hacerlo. Podríamos habernos turnado, pero la verdad es que no se me ocurrió sugerírselo de lo cansada que estaba. Los abogados de la filial española estaban sorprendidos de que fuera capaz de seguirles el hilo y hablar casi al mismo tiempo.
Hubo unas tres sesiones más y todas siguieron la misma tónica: empezábamos relajados, con pausas, pero al final acababan tirándose de los pelos verbalmente. Y yo ahí, en medio del campo de batalla. Era como un juego, la verdad, y ellos lo sabían. En algunos momentos tuve que rectificar cifras (que si yo quiero tantos miles de millones, que si yo te doy cien millones) e incluso los afectados se reían diciendo que preferían negociar con la intérprete. Es uno de esos momentos en los que te quieres morir (¡me he equivocado en una cifra!), pero corriges y no pasa nada. Sé que quedaron contentos conmigo porque me volvieron a llamar.
Después de aquello, me propuse no aceptar más encargos a ciegas. Lo que he contado aquí, bien puede ser un compendio de errores de novata.
Retomando lo que me motivó a escribir la entrada, creo que no hay ningún manual que recoja punto por punto la infinidad de situaciones con las que nos podemos encontrar en la vida.
Yo prefiero traducir que interpretar y admiro profundamente a aquellos que disfrutan del gusanillo que te entra cuando estás ante un auditorio o una audiencia expectante y tienes que resolver problemas a velocidad del rayo. Recuerdo que la profesora de interpretación simultánea nos decía que no era raro inventarse palabras como “arqueologistas”. Para un traductor perfeccionista eso es la muerte, pero normalmente al público no le importa tanto. Claro que eso lo decía cuando Youtube aún no existía y solo se retransmitían en directo por la tele conferencias importantes.
Cuando vi el vídeo, lo primero que se me ocurrió fue pensar en que hay que ser muy valiente para ponerse delante de un micrófono e interpretar teniendo pocos conocimientos del idioma hacia el que interpretas. Por cómo habla, la señora parece que está acostumbrada a trabajar con la voz e incluso diría que es intérprete de otro idioma. ¿A lo mejor no le quedaría otro remedio? ¿Quizá era eso o dejar mitad de la conferencia sin interpretar? Desconozco lo que ocurrió, pero estoy segura de que situaciones similares se dan todos los días en contextos mucho más delicados como puede ser el judicial.
Por último, me pregunto qué cantidad de espectadores de la conferencia se habrá quejado oficialmente sobre el tema. ¿O es que la empresa organizadora de la conferencia no tiene responsabilidad alguna? ¿Se lo habrá dicho alguien? ¿O nos quedamos en la anécdota y en la mofa de un vídeo de Youtube?
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