Una democracia sin justicia ni es democracia ni es nada. Del mismo modo, no se entiende una tolerancia sólo con los que piensan de forma parecida. A muchas se les llena la boca al pronunciar la palabra tolerancia, pero luego se muestran absolutamente intransigentes con los que discrepan de ellos.
En España, tenemos un caso flagrante desde hace unas semanas. Un juez católico se ve en la necesidad de defender su capacidad de dictaminar sobre el aborto en el Tribunal Constitucional. Como el conocido escrito Juan Manuel de Prada argumentaba ayer en el diario ABC "a Ollero le aguardan unos meses de acoso mediático que lo dejarán convertido en un ecce homo; como es persona templada y bondadosa,
sabrá echárselos sobre las espaldas, y ni siquiera guardará rencor
contra los orquestadores. Pero este episodio de naturaleza martirial nos
confronta, una vez más, con una realidad que muchos católicos pretenden
obviar: a saber, que la religión que profesan choca frontalmente con la
religión del Estado, tal como ha sido fijada por la doctrina
constitucional".
Es tiempo de ir contracorriente, sin ceder un ápice en las convicciones personales, sin amilanarse ante la intolerancia de los tolerantes.