La evidencia es abundante: la política de gasto en el país no está cumpliendo con sus objetivos. Por lo menos no los requeridos para sacar a México de la condición de atonía y mediocridad en la que está inmerso desde hace años.
Al actuar gubernamental, y al ejercicio del gasto en lo particular, le falta contundencia: incrementamos el gasto, ampliamos programas y la realidad poco se inmuta. Tenemos cada vez mejores diagnósticos de todas las fallas y vicios en nuestro proceso presupuestal y, sin embargo, poco hacemos por remediarlas. También contamos con inventarios de mejores prácticas en el ejercicio, control y evaluación del gasto a nivel internacional. Pero no mostramos interés en emularlas.
Para todo problema público suelen existir soluciones técnicas asequibles y al alcance de la mano. Son la política o los arreglos institucionales los que con frecuencia hacen inasequible lo que podría ejecutarse. La política importa y no hay expresión más viva de ella que la disputa por los recursos.
En México, esta disputa es dispareja. Al observar el uso y destino de los recursos resulta evidente que existen grupos de diverso origen que tienen capturada una porción grande de la bolsa del dinero público. Suelen ser grupos corporativos con enorme poder (las burocracias del sector salud o energético, por ejemplo) o clientelas a las que no se puede desamparar por razones electorales.
El hecho es que en nuestro sistema político hay representaciones de primera y de segunda y grupos enteros que no alcanzan a tener ni voz ni voto en las negociaciones presupuestales. Esa falla de origen en nuestro sistema de representación produce que se diluyan los efectos del gasto sobre el bienestar de las personas y sobre el crecimiento de la economía.
La pregunta es por qué se sostiene un statu quo que es tan dañino. (…)
Tenemos que elevar la calidad del gasto para que se convierta en el instrumento que está llamado a ser el que permite atenuar desigualdades, igualar oportunidades y promover condiciones para el crecimiento y el bienestar. Más vale que nos apuremos a construir los mecanismos que nos permitan hacerlo, porque la realidad nos está ganando la carrera.
Edna Jaime, “Menos política, más efectividad”, Excélsior, 17 de septiembre de 2011