Méliès y la máquina de los sueños.
Hugo Cabret es un huérfano que vive escondido dentro de la maquinaria que hace funcionar los relojes de una gran estación de trenes, en el París de los años '30. Hugo deberá moverse sin ser descubierto por el guardia de seguridad de la estación o, de lo contrario, será detenido y mandado directamente al horfanato. Su padre era relojero y, antes de que éste falleciera, juntos estaban intentando repararar un autómata de complicado mecanismo que su padre había descubierto escondido en los almacenes de un museo y que, ambos sospechaban, escondía un misterioso secreto. Pero para hacer funcionar el robot hará falta una llave especial en forma de corazón que, Hugo, terminará encontrando en posesión de la sobrina de un huraño comerciante que regenta una pequeña tienda de juguetes en la misma estación en la que él se esconde. Los dos jóvenes, juntos, emprenderán entonces una peligrosa aventura para lograr descubrir que secretos esconde el autómata, procurando no ser descubiertos por el torpe policía.
El director de esta peli es el veterano Martin Scorsese, un señor que a pesar de tener una carrera en alguna de sus etapas excesivamente irregular, lo cierto es que tiene tantos títulos buenos que puede llegar a asustar y todo (me he puesto a repasar y... ¡buff!). Lo reconocerán por ser el tipo que, anteriormente, prácticamente siempre trabajaba con Robert De Niro y que, actualmente, prácticamente siempre trabaja con Leonardo Di Caprio. Sorprende La invención de Hugo dentro de su extensa filmografía por tratarse del primer título del director que puedo ir al cine a ver con mis sobrinos de ocho y seis años sin crearles un trauma importante y duras secuelas en forma de terrores nocturnos. Efectivamente, Scorsese se pasa al cine familiar sustituyendo a los mafiosos, las armas y la violencia, por la magia y la fantasía. Cierto, dicho así suena de lo más horrible y puede llegar a provocar cierta sensación de arcada pero, maldita sea, lo cierto es que funciona.
En el apartado de actores la película combina jóvenes de gran proyección: Asa Butterfield (el prota de El niño con el pijama de rayas) y Chloe Moretz (la auténtica e inimitable Hit-girl de Kick-ass); con actores consagrados: el histriónico Sacha Baron-Cohen y Jude Law; y venerados veteranos: como Ben Kingsley y el incombustible Christopher Lee. Un poco de cada para que no haya discusiones y toda la familia se pueda sentir representada.
La peli arranca con un espectacular plano secuencia que ya empezará a marcar por donde irán los tiros. La película resulta amena y entretenida en su tramo inicial, tontorrona en ocasiones, especialmente de la mano de ese calamitoso policía, pero eficaz al fin y al cabo. Uno se enternece con la desdicha del joven protagonista y se ríe por debajo de la nariz ante su desenvuelta picaresca. En general todo parece estar en su sitio, la peli tiene buenos actores y les saca rendimiento y la dirección destila ese olor a cine clásico que mola. En la segunda parte de la cinta la cosa cambia de registro y la peli se pone a hurgar en el interior de los espectadores buscando su complicidad y su corazoncito para lograr emocionarlos con una historia de amor por el séptimo arte y de echar la vista hacia atrás para ver el camino recorrido (temas que ya se trataban en Cinema paradiso). Cierto es que también podríamos hablar de algunos fallos de la película, como de algunos secundarios que la cinta no termina de sacarles partido o todos los más que alarmantes cúmulos de casualidades que ayudan a provocar que la trama pueda seguir avanzando. Pero lo cierto es que, por momentos, la peli logra tocar la fibra y eso termina haciendo que se le perdonen muchas cosas.
Resumiendo: Cine hablando de cine y contando una buena historia sobre la magia de los comienzos del séptimo arte.