Revista Cine

La invención de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011

Publicado el 28 diciembre 2011 por Cineinvisible @cineinvisib

Un día como hoy, 28 de diciembre, hace más de un siglo en un local del Boulevard de Capucins de París, un grupito de curiosos asistió a la primera proyección pública de un nuevo invento, uno entre tantos en aquella época plagada de descubrimientos diarios, llamado Cinematógrafo. No eran muchos, sólo 33, los espectadores de este primer estreno universal que confirmó la intuición de sus creadores, los hermanos Lumière, sobre el escaso futuro de su nuevo juguete tecnológico. Como inventores no tenían precio pero, por suerte, dejaban mucho que desear como futurólogos.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
Las creaciones humanas se instalan en el momento en que la sociedad posee la capacidad de asimilarlas. Los avances sobre las imágenes y su percepción en la retina ya llevaban décadas pero había llegado el momento en que era la sociedad la que lo reclamaba: una marcada revolución industrial, un inmenso movimiento migratorio hacia las ciudades, la inexistencia de una alternativa de ocio para las grandes masas, una rápida asimilación de los progresos tecnológicos, un gusto inmoderado por la velocidad (con su variante del dominio del tiempo y  su aprovechamiento al máximo) y la democratización de los transportes y, en especial, del tren, medio cinéfilo por excelencia hasta hoy en día. Lo que no es de extrañar dado que visualmente, sus ventanas recuerdan la pantalla del cine, los postes de electricidad que lo alimentan funcionan como los cortes entre los distintos fotogramas en movimiento e, incluso, auditivamente, el ruido producido por el paso entre las diferentes ramas de sus raíles recuerda el de las primeras proyecciones.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
116 Aniversario de la primera proyección pública (28 de diciembre de 1895)

Con acierto e inspiración, Martin Scorsese comienza su última película con un flujo de movimiento sobre las principales arterias del centro de París que, a través de vertiginosos planos, nos llevan directamente a la antigua estación central de trenes parisina y, al mismo tiempo, a la humilde morada de nuestro protagonista, Hugo, en el corazón del monumental reloj que la preside.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
Velocidad, ferrocarril y tiempo, un homenaje, en forma de trío, que el director, ya un clásico y en plena forma además, rinde al cine. La rapidez fue lo que diferenció al cine de las fotografías y la famosa llegada del tren que asustó a los novatos espectadores (símbolo del mítico primer estreno perteneciente a la mitología cinéfila porque, en realidad, no aparecía en los primeras sesiones sino que se programó unos días después), en la película de Scorsese se transforma. Ya ha pasado más de un siglo, y ahora somos nosotros, el público, quien llega a la estación. Y por fin, el tiempo, simbolizado es ese enorme reloj, que resume los primeros escritos publicados sobre este nuevo invento, rendidos ante la conquista humana sobre lo que nunca hasta ahora habíamos logrado, captar el movimiento y detener el tiempo, con la posibilidad de volver a disfrutar de los gestos, la energía y la realidad de las personas ante la cámara. El cinematógrafo había vencido a la muerte porque ya no existía el olvido.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
Martin Scorsese ha sabido transformar magistralmente una película en 3D, supuestamente juvenil, en un cine de autor, al incluir las obsesiones que jalonan su carrera cinematográfica (el enfrentamiento a la autoridad, la búsqueda y  afirmación de los orígenes o la pertenencia a un grupo) y, a la vez, en un enorme espectáculo para el gran público, mezclando una carrera contra el olvido y resucitando, por segunda vez en la historia, la figura del mítico Georges Méliès.

150 Aniversario del nacimiento de Georges Méliès (8 de diciembre de 1861)

Un verdadero mago del cine y del espectáculo, en el sentido estricto de la palabra, puesto que era propietario de un teatro de magia en París, en cuyo edificio, cosas de la vida, tenían un despacho los hermanos Lumière. El primer gran cineasta, olvidado durante décadas y que acabó como dependiente en una tienda de juguetes de la estación de Montparnasse (los trenes, otra vez), que supo impulsar el cinematógrafo hacia el cine. Una obra como el Viaje a la Luna (1902) representa el primer paso para sacar a este nuevo invento de las barracas de las ferias. Película, recientemente restaurada, gracias a una copia catalana a cambio de una obra de nuestro primer genio cinematográfico, Segundo de Chomón. Otra aventura apasionante… pero esa será para otro día como la historia del primer cine, que nunca fue mudo, y que algún día habrá que volver a contar.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
Gracias a esta magnífica adaptación de la novela gráfica de Brian Selznick (otra coincidencia del mundo del cine, perteneciente a la misma familia que la del famoso director de uno de los estudios más importantes de Hollywood, pero esta vez, de la rama pobre), con un elenco de protagonistas geniales, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Jude Law o Christopher Lee, el director ha creado una estupenda película en forma de homenaje al primer cine, una de las tendencias del cine de este año.

La invención  de Hugo (Hugo), EE.UU. 2011
Y por si fuera poco, otro aniversario más. Totalmente insignificante pero que, como la llave en forma de corazón que Hugo busca a lo largo de la película, ha encontrado alguna que otra cerradura. Esta es la reseña número 250 del cine invisible. 250 películas, que como todo en el cine, sólo encuentran su razón de ser si se cumplen dos requisitos: formar parte de un sueño que sea compartido. Gracias a todos/as y el deseo de un 2012 de película.


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