Revista Opinión

La invención de la autonomía moral

Publicado el 21 enero 2016 por Hugo
o Nietzsche contra la filosofía tal y como la entendemos hoy en día
La autoconciencia, la autodeterminación y la autonomía se hicieron principios básicos de "la" praxis racional y revolucionaria. La invención de la autonomía es un largo camino intelectual y político en Occidente, un combate iniciado por Lutero, Calvino, el republicanismo escéptico, Suárez, Grocio, Pufendorf. El perfeccionismo racionalista, que giraba en torno al hombre moderno como autónomo, siguió madurando con el estoicismo "cristianizado", Descartes, Malebranche, Spinoza, en una línea bien nítida que culmina con Diderot, Lessing, Rousseau en lo político y Kant-Fichte-Hegel en lo teorético. Nietzsche sabía esta conexión intrínseca y primordial cuando afirma en el prólogo a Aurora que a Kant "le picó esa tarántula moral que se llamó Rousseau". El término era aquel con que Kant denominaba, en su Crítica de la razón práctica, la capacidad de la razón humana de darse a sí misma leyes morales sin derivarlas ni de algo inferior (deseos, intereses egoístas, etc.) ni superior (Dios) o exteriores y formales (autoridad, tradición, estado). Autonomía es negar toda trascendencia. Si las reglas de la propia acción vienen de alguna manera derivadas de otra cosa que no sea la razón del sujeto, nos encontramos en una situación de heteronomía. Un concepto difícil, pero que significa que se imponen leyes externas o ajenas al sujeto mismo. (...) el ciudadano es soberano, es autónomo, en cuanto él como sujeto es en acto poder legislativo y ejecutivo, y es el súbdito de sus propias y autogeneradas políticas. Análogamente Kant afirmaba que la moralidad (...) debe ser la sumisión incondicional a leyes que nuestra propia razón se ha impuesto. En sus propias palabras: "Un hombre dependiente ya no es un hombre, ha perdido toda dignidad, no es más que el accesorio de otro hombre". Es el valiente grito de Sapere aude! (...). La loca y subversiva idea del Sapere aude!, de la autonomía, penetra e invade todas las instituciones educacionales, llega a la universidad que la transmite a través de su Bildungsmaschine bajo la forma de la "Libertad de Cátedra" (...), que para Nietzsche es un escándalo. (...) Nietzsche, de vuelta recurriendo a la autoritaria paideia de Platón, tiene el medicamento preciso para esta enfermedad de la Modernidad: "En otras épocas creían deber implantar y trasplantar a los estudiantes la Dependencia, la Selección, la Sumisión al Orden natural, la Obediencia y un deber rechazar cualquier tipo de presunción de Autoemancipación o Autonomía".

Nicolás González Varela, 2010Nietzsche contra la democracia,págs. 240-241.

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