A la mayoría le gusta la primavera y el verano por el buen tiempo, el calorcito, la playa y todo eso; otros escogen el invierno por la Navidad y los carnavales. Sin embargo, señores, estamos en otoño así que levántense del sofá a eso de las seis y media de la tarde y vénganse a la playa de Los Lances a aplaudir como los modernos en Ibiza o en Santorini, porque a cada atardecer vuelve a incendiarse el poniente sin llamas, chispas, ni crepitaciones, sólo con el peligro de una belleza que permite que, por muy contemplada, la siguiente ocasión sea de nuevo la primera -y pocas circunstancias se pueden repetir como la primera vez, recapacitemos. Será el frío viento del norte y la limpieza de la atmósfera y, quizá, también ayudará la bondad con la que soplan tanto poniente como levante: esta foto parece retocada con la magia del “photoshop” o del “HDR” o sacada de los pinceles de algún pintor impresionista y no es así, sino que fue tomada con un móvil cuya función de toma de fotografías no es precisamente extraordinaria. Por eso esta realidad parece irreal porque ya la suponemos más virtual que verdadera.
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