Revista Libros

La isla de las palabras desordenadas. capítulo 1

Por Isladesanborondon

LA ISLA DE LAS PALABRAS DESORDENADAS. CAPÍTULO 1
MAÑANA ESCRIBIRÁ ESAS CARTAS QUE HA PROMETIDO. QUIZÁS MAÑANA tenga el coraje de enfrentarse a los monstruos que viven en su cabeza. Mañana seguramente reabrirá esa herida que conoce de sobra, esa que cicatrizó en falso. Aquel mes de marzo tiene aún las uñas afiladas como hojas de afeitar. Basta ya de tanto daño. Quizás esas cartas espanten los recuerdos tristes. Muy lejos, uno tras otro, al país del olvido. Pero será mañana, esta noche es incapaz de escribir una sola palabra. El dolor no se puede ahuyentar de un manotazo como se espanta a las moscas. Bastaría una sola palabra para hacer saltar todas las alarmas.  Desde el principio podría contarle cómo acabó todo. Podría contarle que sucedió de otra forma, pero ella será la que escriba esa historia. Por si acaso adelanta que no hay final feliz. Ahora no se atreve a contar que una vez tuvo una familia, que una vez reinó sobre un territorio diminuto. Una casa. Pero que un día la boca se le llenó de tierra y desde entonces el mundo fue distinto. Isla. Escribirá que una vez se odió. Herirse a sí misma. Ninguna novedad. Se dejó morir y ahora está muerta. Eso sí que fue novedad. Mira por la ventana. Ramas secas, bailando al son del viento en el jardín. ¿Me escribirás? Ella dijo sí. Hizo una promesa. Las promesas se rompen, no valen nada. Pero ella no sabe decir no. Es de las que cumplen. Así son las cosas. Y mañana, quizás escriba esas cartas que él le ha pedido. Se agotan los minutos. No debería verla llorar. Tonta, tonta. El tiempo es una bestia salvaje que se escabulle por debajo de la puerta. Última estación. Él no regresará. Ni un céntimo a su favor. No intentó que cambiara de opinión. Cada uno es mayorcito para elegir lo que quiere. Ya estaba decidido. A estas alturas, no está dispuesta a suplicar nada a nadie. Cobarde. Él habla de no sé qué oportunidad para... La oportunidad estaba en nosotros, piensa para sí misma. Cree que ya tiene una edad para andarse con cuidado y no meter la pata. Tanto si se va, como si se queda... Metió la pata hasta el fondo. Ella lo manda a paseo. Adiós. Cuando te largues, aquí no habrá pasado nada. Mentirosa. Pero sabe que cuando esta noche se meta en la cama, rebobinará el plano secuencia un millón de veces. Flashback, forward, flashback. Back. Back. El tiempo es un ladrón de guante blanco. Llora, cágate en todo. No hay final feliz. Sólo oscuridad. Esa mañana seguirá en la cama, y por la tarde. Flashback. ¿Me escribirás? ¿Me escribirás? Y al día siguiente, y al otro, y al otro seguirá dormida. Los finales nunca son felices, o siempre se da la circunstancia que nunca le tocan a ella.  Quedarán algunos besos, algunas promesas con las que engañarse el uno al otro. Ya sabes, eso de…”algún día…” El señuelo del autoengaño. Mejor huir por la trampilla. Te quiero, dijo muchas veces. ¿Cuántas veces puede uno repetir esta frase? Infinitas. Idiota. El amor no es eterno como la muerte. Pero mientras espera a que eso suceda, las flores se han deshecho. Los pétalos se han posado sobre la mesa, alrededor del jarrón como barquillas sedosas y tiernas. El amor no ha tenido tiempo de deshacer las maletas. Un viaje demasiado corto para tantas alforjas. ¿No le parece? Siento informarle que el futuro compró antes de ayer billete de ida, pero no de regreso. Él lo tiene guardado en el bolsillo de su cazadora. Es lo que hay. La vida es más rápida que la nostalgia. Nunca viaja al ritmo de nuestros sueños. Te escribiré. Ella lo prometió. Escribirá con una navaja de las que usaba su abuelo. Peligrosa y silenciosa. Así nunca cicatrizarán las heridas. Y ella quiere olvidar. Pero no, hablar viene bien. Hablar, escribir o gritar, el caso es soltar algún sonido, después de tantos años con los labios apretados.

Ella es Lola. Y Lola pide a gritos hablar de ese vacío que tiene dentro. Pero será mañana cuando baje al pozo y se siente a llorar con la luna que tiembla de miedo al rozar el agua. Será mañana cuando escale la cima y aúlle como un animal a las estrellas. Si te duele, grita. Oirás el murmullo de la isla. Sólo la noche conoce ahora su rabia. Sólo la rabia le ha hecho perder el rumbo. Mañana pondrá en orden esos sonidos viejos como letanía de viejas murmurando. Él se marchará y será entonces cuando ella pida a la memoria que recupere los nombres de las cosas que dejaron de ser. Hará un montón con los recuerdos, los atará a una piedra y quizás los tire al mar. Aquí no hay mar. Pues al cubo de la basura o al váter. El caso es deshacerse de ellos para siempre. La distancia pone distancia a las cosas, luego viene el conformarse y más tarde el olvido.  Hay una parte de la vida que heló durante un invierno que llegó sin avisar, y de la que también tendrá que decir algo. Qué frío hizo entonces. Dentro y fuera. El frío se quedó en su boca y anidó en las cuencas de sus manos, creciendo, abrasándolo todo. ¿Cuánto duró ese invierno? Querrás decir: ¿cuánto durará este invierno?
(Aviso a navegantes. La novela será publicada)

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