Revista Cultura y Ocio

La isla del fin de la suerte, Lorenzo Silva

Publicado el 19 enero 2016 por Ana Bolox @ana_bolox
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La isla del fin de la suerte, Lorenzo Silva

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  • Nº de páginas: 224 págs.
  • Encuadernación: Tapa blanda
  • Editorial: DESTINO
  • Lengua: CASTELLANO

El millonario Bruno Pezzi, un magnate de los negocios, y su hermosa mujer, Lydia, invitan a un grupo de amigos a pasar una semana de vacaciones en su lujosa y solitaria residencia, situada en una isla del Báltico. Entre los elegidos -hombres de negocios, el director de un periódico, un célebre escritor, una joven modelo venezolana y un experto en arte- se encuentra Ismael, sobrino lejano del poderoso Pezzi. Ismael acepta la invitación intrigado por la llamada de su tío, al que no ve desde hace treinta años.

Todo apunta a que los húespedes van a disfrutar de unos merecidos días de descanso; sin embargo, cuando uno de los invitados aparece muerto en extrañas circunstancias, las vacaciones se convierten en una auténtica pesadilla. Ismael será el “detective” encargado de atrapar al asesino antes de que haya más víctimas.

Seré clara respecto a la novela: decepcionante.

Planteada como un experimento, una especie de novela interactiva que construyeron entre los lectores y Lorenzo Silva, la única gracia de La isla del fin de la suerte se encuentra precisamente en eso: en el juego que debieron de disfrutar tanto el autor como los lectores.

Aquí va mi opinión de la novela desde dos puntos de vista distintos:

Como escritora

Si me pongo el traje de escritora, creo que la escritura de La isla del fin de la suerte debió de resultar un experimento sumamente interesante para Lorenzo Silva, además de una manera, quizá un tanto estresante, de poner a prueba sus habilidades como escritor.

El hecho de que, tal y como él mismo afirma en el prólogo, al aceptar enfrentarse a la escritura de esta novela, hubiera de sustituir el principio de necesidad por el de posibilidad, y el hecho de que el experimento le obligara a plantearse La isla del fin de la suerte como una baraja de historias alternativas entre las que iban a escoger (los lectores) impredeciblemente, le honra como escritor, pero, aun así, creo que el resultado final podría haber sido mucho mejor.

Sobre todo, el final.

Escribir una novela de cuyo desarrollo y final no tienes la más mínima idea debe de ser un reto realmente difícil y por ello alabo la valentía de Silva al aceptar el desafío. Como escritora, dudo mucho de que yo hubiera conseguido terminar la novela, al menos en las 10 semanas que se dieron como plazo. Creo que, por cabezonería, habría acabado triunfando en la empresa, pero me habría llevado mucho más tiempo.

Mis felicitaciones, pues, a Lorenzo Silva porque supo salir del atolladero, aunque no creo que lo hiciera de forma airosa. Y aquí es cuando viene la opinión que me he formado desde otro ángulo.

Como lectora

Si me pongo en mi papel de lectora, no puedo más que decir que la novela es pelín pestiño. Pese a las buenas dotes narrativas de Silva, que hace de su lectura algo relativamente atractivo, la novela deja bastante que desear.

Al margen de las elecciones que otros hicieron por él y a las que el escritor hubo de someterse, la historia está construida en torno a unos personajes demasiado tópicos para lograr que el lector se introduzca en la historia y la viva junto a ellos. De un escritor como Lorenzo Silva, cabía esperarse mucho más.

En especial en lo que se refiere a la resolución del caso. Bien es cierto que, como el propio Silva confiesa, el final elegido por los lectores no fue el que él mismo habría escogido, pero, aun así, el modo de acabar la novela es bastante tramposo. Para mí es un deus ex machina en toda regla. Un subterfugio que un escritor como Silva no puede permitirse.

Concedo que la presión del tiempo y el ver cómo se acerca la fecha de entrega puede llegar a bloquear la mente, pero elegir esa salida resta toda razón a la crítica que él mismo hace a Agatha Christie cuando señala que no aprueba su estilo ni las ventajas que se toma sobre el lector. Afirmar, apoyándose en las palabras de Raymond Chandler, que la gran dama del crimen hacía trampas para sorprender al lector, como la de mostrar un pensamiento del asesino, que le descarta como tal, en su novela Diez negritos, y luego presentar (atención, spoiler) ese final, en forma de helicóptero salido de la nada que transporta una banda de medio terroristas, es un engañabobos y un timo al lector.

Una novela, pues, para pasar el rato y experimentar, aunque sea como simple lector, las posibilidades a las que puede abrirse una novela que es pergeñada entre lectores, pero que el escritor lleva a cabo, pese a los diálogos chispeantes y algún que otro párrafo llamativo, con menos calidad de la esperada.

Léela si te apetece echar un vistazo al experimento, pero no esperes más allá que la inquietud de preguntarte cuál fue la siguiente elección que hicieron los lectores.

Si ya la has leído, ¿qué opinas de ella? ¿Me lo cuentas en los comentarios?

:-)
Me encantaría saberlo. Gracias.

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