La Isla el título de una película cuya acción se desarrolla en un futuro no muy lejano, donde Lincoln Seis-Eco y Jordan Dos-Delta son dos habitantes de una sociedad que vive engañada por los gobernantes (¡cómo no!), que han logrado hacerles creer que son los únicos supervivientes de una catástrofe ecológica que extinguió a toda la humanidad. Viven en un mundo muy limitado junto al resto de supervivientes, con la esperanza de ser seleccionados por sorteo para ir a “la isla”, el único lugar en el mundo que no fue contaminado.
Todo cambia debido a Lincoln, el cual, no convencido del todo de lo que ve a su alrededor comienza a cuestionarse las cosas y acabará por descubrir que en realidad son clones creados y que cuando les envían a “La Isla”, es para ser sacrificados con el fin de donar órganos para gente muy rica, por lo que junto a su amiga Jordan, intentaran huir descubriendo un mundo desconocido para ellos, sabiendo que son perseguidos por los jefes de esa organización.
Esta fallida película desde el punto de vista cinematográfico queda en un simple metraje de acción sin más. No así el argumento que utiliza, quizá más profundo y delicado de los que nos creemos. Aunque actualmente en el mundo en general y en España en particular, tenemos problemas que nos afectan mucho más, quién sabe si al cabo de un par de décadas, o incluso antes, este asunto podría ser tan real como la vida misma.
Para poder desarrollar la trama de La Isla, el guionista convino en que los clones de los que trata fuesen inteligentes, guapos y, por supuesto, que estuviesen despiertos. ¿Pero quién sabe si realmente se pudiese producir esta circunstancia en la realidad? Eso sí, con la diferencia de que los clones probablemente estarían almacenados, dormidos, sin cerebro o con un mínimo de él. Si en vez de estar despiertos, estuviesen inconscientes, en un estado vegetativo constante, preparados para ser sacrificados en cualquier momento y sin dolor ni emoción ninguna. ¿Sería legal y ético este proceder?
Bueno legal, seguramente sí, tratándose de un mercado capitalista que lo monopolizarían las personas más ricas y adineradas. Pero ético…eso ya es otra cosa. Quizá habría división de opiniones para determinar si estos “productos” sin cerebro o con poco cerebro, serían o no seres humanos. Habría quien pensaría que sí, y habría quien defendería lo contrario.
¿Y qué opinaría la Iglesia? Bueno, debería estar en contra, puesto que desafiaría las leyes divinas que tanto defienden y proclaman como código de conducta, algo antinatural, pero puesto que favorecería a las clases más poderosas, sin dudarlo se sacarían un As de la manga para justificarlo, como hacen con los divorcios de la gente más poderosa que trata de volver a casarse por la iglesia, declarando nulo el anterior matrimonio alegando sabe Dios qué y yendo a casarles el mismo obispo si la ocasión lo dispone.
Legal o no legal, ético o no ético, lo que es seguro es que lo que se propone en La Isla iba a ser un peligroso precedente. La clonación humana no se iba a quedar tan solo en el tráfico de órganos, no faltaba más. Ya puestos, la gente pudiente les iba a dar otra serie de utilidades, claro está. Si queremos tener hijos, bueno pues que se parezcan a Brat Pitt o Angelina Joly. O mejor, ¿por qué no encargar un Messi, un Cristiano Ronaldo o un Michael Jordan? En otra época se hubiese pedido que fuera alto, rubio y con los ojos azules. Si necesitásemos pareja, pues podríamos pedir una Ana Kournikova, una Scarlett Johansson a la carta, o lo que se nos ocurra y todas las parejas que queramos. Precisamente todas estas cosas me recuerdan a lo que pretendía lograr un gobernante del pasado de cuyo nombre no quiero acordarme, en el país de la señora Merkel.
Lo que ocurre es que si la situación que se nos relata en La Isla llegara a hacerse realidad, no serían los ciudadanos normales, la clase media, o media-baja, la que tendría acceso a sus ventajas, más bien al contrario. Sería en la mayor parte de la población en la que recaerían las consecuencias nefastas. Se produciría una serie de hechos oscuros y horribles.
Si nuestras sociedades desembocaran en esta situación, los empresarios muy probablemente se apuntarían a la ventajosa y económica fabricación de clones como mano de obra. Clones que no se quejarían del cansancio, a los que no habría que pagarles un salario, ni seguridad social… Y si les ocurriese algún desafortunado accidente, no habría que indemnizarlos con incómodas cuantías económicas.
En definitiva, lo que a la Patronal, al PP, CIU y a otros partidos les gustaría, es obsequiarnos con una tasa de paro superior a la actual (aunque parezca mentira, es posible), aumentar la pobreza y la miseria entre la población, ya que no habría trabajadores, prestaciones por paro, ni pensiones, puesto que con el tiempo solo trabajarían clones. En definitiva, nos enviarían a un lugar muy similar al lugar que podemos ver en la película.
Es evidente que este tema tratado en La Isla en estos momentos cuyo futuro es tenebroso para la sociedad española, nos importa un pepino. Pero, precisamente por este motivo, por el incierto futuro que se nos avecina, quizá llegue antes de lo que creemos. A lo largo de la historia, las desgracias globales para especie humana, la pérdida de libertad, de derechos, siempre han sobrevenido en los momentos de dificultad extrema, con graves crisis económicas, oscurantismo cultural, hambre, guerras, pestes, etc. No conviene pasarlo por alto, por si acaso.