Algunos habéis fantaseado alguna vez con invadir un edificio o castillo abandonado. Seguro que alguno lo habréis llevado a cabo más de una vez. Lo que os proponemos aquí, va más lejos de todo eso. Imaginar disponer de una ciudad entera para vosotros solos. Es más, una ciudad que además es una isla, que está completamente deshabitada pero que en su día contuvo el mayor número de habitantes por kilómetro cuadrado del mundo.
Os estamos hablando de la Isla de Hashima, la ciudad fantasma de Nagasaki que fue utilizada durante casi un siglo como mina de extracción y casa forzosa de trabajadores y presos. Como ya sabréis, Japón es un conjunto de islas que a su vez están rodeadas de miles de islotes de diversos tamaños y condición. En la región de Kyushu, al suroeste del país, se halló a finales del siglo XIX una veta útil de carbón en uno de estos atolones pétreos.
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La extracción del material, hizo necesario que los trabajadores permanecieran en la isla, por lo que poco a poco se fue construyendo una pequeña ciudad a la que se protegió con un potente muro rompeolas. Cabe recordar que algunos de los pobladores del complejo eran reclusos coreanos capturados durante la II Guerra Mundial, mezclados con trabajadores normales. Una ciudad cárcel cuyos barrotes eran olas de 4 metros.
Siendo imposible el traslado constante entre la isla y el resto del país, la ciudad empezó a recibir cines, restaurantes, tiendas, salas de té y todo tipo de establecimientos que se intercalaban con las viviendas convencionales.
A finales de los años 50, la zona tenía una densidad de población de casi 140 mil personas/km2y aunque no os lo creáis, la vida era apacible e incluso divertida.
A día de hoy, la ciudad está completamente abandonada. En los años 70, Mitshubishi que era la propietaria del complejo y las minas, dejó de explotarlas dado que el petróleo le había quitado para entonces la rentabilidad al carbón. La marcha paulatina de los habitantes de la isla y la imposibilidad de sacarle ningún tipo de provecho, provocó que la megaconstrucción de granito que modifica la silueta exterior del islote para conferirle el aspecto de un buque de guerra, pasara al olvido.
El tiempo, la climatología y la erosión se han encargado de otorgarle al lugar una capa de sedimentos de todo tipo. La descomposición del entorno, el deterioro de los edificios, se capta en cada esquina, con los resquicios de una civilización que existió pero desapareció.
Ahora imaginar un paintball extremo de 24 horas, con barbacoa incluida al final. Una pasada. Eso debió pensar el gobierno nipón, cuando después de más de 30 años con la isla clausurada al público (por seguridad entre otras, la inestabilidad de las construcciones hacen peligroso la estancia en la zona), haya decidido volver a abrirla para los turistas con visitas programadas y exclusivas.
Pero soñar es fácil. Yo me quedo con la imagen de la mirilla de campero sobre uno de los edificios del norte y el manchón de pintura naranja de mi compañero/enemigo estampado en su pecho. A las costillas invito yo. Lo sé, yo también he visto ‘Battle Royale’…
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