España está siendo islamizada porque a los políticos les conviene una religión como el Islam, que significa "sumisión" y que convierte a los creyentes en esclavos sometidos al poder del Estado. La libertad individual, la democracia, el libre albedrío y la iniciativa privada se debilitan bajo la religión musulmana y el poder de los gobernantes se fortalece. Pero el beneficio concreto e inmediato que los políticos españoles pretenden conseguir con la islamización es impedir el avance de las nuevas derechas y recuperar el bipartidismo, repartiéndose el poder entre PSOE y PP, como ocurría en un pasado que ahora añoran. ---
PP y PSOE han comprobado cómo los votos de 6 millones de musulmanes franceses están evitando que gane Le Pen y quieren hacer lo mismo en España, llenándola de inmigrantes ilegales y luego regularizarlos para que les voten a ellos siempre.
La islamización de España se consigue de tres maneras: permitiendo la entrada masiva e ilegal de inmigrantes musulmanes, atacando y debilitando al cristianismo, que es la religión de hombres y mujeres libres dominante hasta ahora, y permitiendo que los delincuentes extranjeros destruyan la convivencia y creen un clima de crisis y drama social que justifique la intervención de un Estado fuerte e implacable.
Esas tres vías las está utilizando la España de Pedro Sánchez con el silencio, la complicidad y hasta la colaboración, a veces, del Partido Popular, ambos asustados por la proliferación de nuevos partidos que les disputan los votos y el poder en la izquierda y la derecha, como SUMAR, Podemos, UPyD, Ciudadanos, VOX y "Se acabó la fiesta", la nueva formación de Alvise, entre otros grupos y partidos.
La islamización de España conlleva el fin de la democracia, entendida como régimen de libertades y derechos, y la instauración de una autocracia que en Marruecos controla el corrupto sultán, en Irán los Ayatolas y en España estaría bajo el control de políticos con la ética y la ambición de Sánchez.
La democracia ha estorbado desde sus inicios a los grandes poderes mundiales, a los que les aterroriza que el pueblo pueda elegir a los gobernantes. Son ellos los que quieren elegirlos y controlarlos. Para conseguirlo, ya han desvirtuado la democracia original en casi todo el mundo, aunque en algunos países todavía conserva gran parte de su limpieza original.
Sobre todo han desmontado la esencia del sistema, que son los controles, leyes, medidas, contrapesos y competencias diseñadas para limitar el poder de los gobernantes. Así han sucumbido, una tras otra, la libertad de prensa, las elecciones libres, los escrutinios fiables de votos, el protagonismo del ciudadano y, sobre todo, la separación de los poderes básicos del Estado y la libertad individual.
La democracia que hoy subsiste es un triste remedo de la auténtica, sobre todo en los países deteriorados por la corrupción y el abuso de poder, entre los que figura España. donde los privilegios del poder son tantos que quienes se afincan en la política no quieren dejarla por nada del mundo y quieren perpetuarse en el gobierno para disfrutar eternamente de la abundancia y los privilegios que disfrutan.
Hay otros países, como Cuba, Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua y otros, donde las libertades y la democracia han sido ya asesinadas por gobiernos crueles y asesinos, sin un gramo de decencia.
Ahí está para demostrarlo el ejemplo de Pedro Sánchez, agarrado a la Moncloa como una indigna lapa, y el más reciente de los miembros de VOX, que se niegan a abandonar sus cargos en las autonomías españolas, a pesar de la decisión tomada por su partido de salir de los gobiernos compartidos con el corrupto PP.
Esa democracia actual, débil, residual y corrompida, es incapaz de frenar el avance de los países, empujados por los grandes poderes ocultos, hacia el autoritarismo y la tiranía.
Para el poder que mueve los hilos desde las sombras, los dos grandes modelos a imitar son el Islam y China, ambos en manos de gobiernos que funcionan como dictaduras eficaces, sin elecciones reales, sin libertades y derechos y sin poder del pueblo.
El panorama es terrible para la libertad y desastroso para los ciudadanos porque un enjambre de miserables, corruptos y canallas tiene el poder en sus manos, no quiere soltarlo y hasta está dispuesto a matar para conservarlo.
Francisco Rubiales