Revista Sociedad

La izquierda debe votar

Publicado el 15 febrero 2019 por Abel Ros

Si Sánchez hubiera seguido por la senda del relator. Si Felipe González, Alfonso Guerra y algún que otro erudito del partido no hubiesen metido baza en este desaguisado, hoy otro gallo cantaría en el sino del Congreso. Y cantaría, queridísimos camaradas, porque el diálogo es el camino para los males democráticos. Volver a votar no soluciona el problema del catalanismo. Y no lo soluciona porque, sin referéndum por delante, no habrá aprobación de presupuestos por los siglos de los siglos. El desplome del sanchismo deja tocado pero no hundido al buque insignia de la izquierda. Las derechas junto al catalanismo han votado no a la resurrección del Estado del Bienestar. El mismo que desmanteló Rajoy durante sus años de reinado. El fantasma de la ley Wert, la mordaza, las gallardonadas y olor a fraguismo; vuelven a resurgir con fuerza en la Hispania del ahora.

Hoy, más que nunca, la izquierda debe votar. La izquierda debe levantarse del sofá para evitar, a toda costa, que La Moncloa se convierta en la nueva Andalucía. Votar para que la suma progresista detenga, de una vez por todas, el conservadurismo retrógrado, liderado por Casado. La convocatoria de elecciones, por parte de Sánchez, deja sin aire al vuelvo de las gaviotas. La rotura de las negociaciones con los independentistas y el respeto a las líneas rojas, marcadas por la Constitución, sitúan al partido socialista en una posición ventajosa de cara al día de las urnas. Y digo ventajosa, porque los tres años de sanchismo han sido suficientes para curar las heridas por la derechización de Zapatero. Así las cosas, Sánchez puede ganar. Y puede porque dentro de su liderazgo entra en juego su poder de resistencia. Resistencia ante los dardos lanzados desde las trincheras de su partido. Y resistencia para mandar, a golpe de decreto, ante la amenaza permanente de sus socios de gobierno.

De cara a las próximas elecciones, Ciudadanos será, muy probablemente, el más perjudicado. Perjudicado por ir de Sócrates cuando en realidad son Maquiavelo. Perjudicado por pasar de ser los árbitros del juego a los díscolos del partido. Y perjudicado por posar con Vox en la foto de Andalucía. Por todo ello, el partido de Rivera ya no convence ni a los socialistas indecisos, ni a los populares moderados. Así las cosas, Ciudadanos se vuelve a mover en sus aguas preferidas, la ambigüedad. Rivera no habla claro. No dice si, el día siguiente de las urnas, abrazará a Vox, bailará con los socialistas o se casará con la gaviota. Una oscuridad, en toda regla, para quienes defienden la transparencia con timbales y platillos. Es momento, señores y señoras, de quitarse la careta. Momento de conocer, a ciencia cierta, qué pasará con las papeletas cuando sean arrojadas por la ranura de las urnas. Si los políticos no se quitan la careta, si cada uno lucha por el respaldo de su silla, muy pocos irán a votar en la próxima primavera.


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