No, este artículo no se refiere al ecosocialismo ni a ninguna forma de izquierda ecológica. Este artículo se refiere a los nuevos movimientos sociales que nacen como reacción a los recortes que, en el fondo, no son más que el restablecimiento del capitalismo más radical, derogando todas las enmiendas que la socialdemocracia hizo a éste cuando aún tenía algo de izquierdista, cuando socialistas y socialdemócratas aún podían ir juntos.
Por Izquierda Verde me refiero a movimientos como la marea verde de la educación, o a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, que lidera la gran Ada Colau. Ambos movimientos han tenido el verde como su color. Es cierto que estos movimientos han formado parte de las llamadas “Mareas Ciudadanas”, y que existían otras con colores diferentes (la marea blanca de la sanidad, o la marea negra de los mineros), pero, debido al impacto que han tenido estas dos, considero que se puede asociar el color verde a estos nuevos movimientos ciudadanos que buscan una nueva forma de participación política, que supere las limitaciones de partidos y sindicatos, y que ofrezca una nueva manera de luchar por una democracia participativa y un modelo económico alternativo al dogma neoliberal. Si tuviese que poner un nombre para la ideología que promueven estos colectivos, sería algo como ciudadanismo, es decir, revitalizar el concepto de ciudadanía, desde un sentido netamente revolucionario, heredero directo de los valores de la Revolución Francesa, pues, al fin y al cabo, la lucha de estos colectivos es poner al ciudadano como centro de la acción política, como sujeto decisorio de una democracia participativa, y como fin mismo de la política, frente a la subordinación de la ciudadanía a los mercados que defienden los neoliberales.
Desde Rafael Correa a Jean-Luc Mélenchon, muchos son los socialistas que han sabido ver la necesidad de incorporar al socialismo estas ideas de ciudadanía, naciendo de esta forma tanto la Revolución Ciudadana de Ecuador, como su homónima que Mélenchon y el Front de Gauche defienden en la República Francesa. Y es que, en el fondo, la idea de una izquierda ciudadana nunca ha sido ajena al socialismo. Basta leer a Guy Mollet en Así es el Socialismo o a Fernando de los Ríos, cuyas obras como El Sentido humanista del socialismo o Mi viaje a la Rusia soviética están empapadas en esta idea, que no aparece como una sección del libro o un apartado referido a ésta, sino que es la idea general que el autor transmite en cada página, en cada párrafo, en cada oración.
Los socialistas defendemos que la economía debe estatal servicio de las personas, y no al revés. Por eso defendemos el control estatal de la economía, y la nacionalización de los sectores estratégicos de la producción. Al menos, como fase inicial, como etapa de aplicación rápida, como idea puramente pragmática sin tener en cuenta los ideales máximos que nos mueven, ya que nuestro objetivo final no es otro que el de alcanzar una sociedad socialista, esto es, una sociedad sin clases sociales, donde la libertad, la igualdad, y la democracia, sean realmente efectivas. Es evidente, y así lo han dejado claro numerosos pensadores como Marx, Engels, Kautsky, Jaures, Einstein… que este objetivo solo se puede alcanzar gradualmente a partir de una regulación estatal de la economía, y una puesta de las empresas a servicio de las necesidades sociales, mediante su nacionalización. Ahora bien, ¿Cómo conseguir que una economía controlada estatalmente, sea realmente una economía controlada por los ciudadanos, y no por una casta dirigente? Este problema ya se planteó largo y tendido durante la Revolución Rusa de 1917, y fue una crítica de los socialistas a la visión de los comunistas de un partido proletario todopoderoso que manejara el estado en nombre de los trabajadores. Las similitudes con el viejo despotismo ilustrado del “todo por el pueblo, pero sin el pueblo”, eran demasiadas, y la realidad terminó dándonos la razón. No obstante, más interesante que un simplista análisis histórico de la cuestión (no sería muy serio decir que, puesto que la URSS terminó convirtiéndose en una dictadura, con una nueva élite, muchos de cuyos miembros forman parte ahora de la oligarquía derechista que apoya a Putin, los socialista teníamos razón, pues que las tesis leninistas fuesen incorrectas, no significa necesariamente que las nuestras fuesen acertadas) resulta el estudio de los textos en los que los socialistas critican el modelo soviético, y proponen un sistema alternativo, en el que sean los ciudadanos los que verdaderamente dirijan la economía (ver por ejemplo Crítica al bolchevismo, de Rosa Luxemburgo, Así es el Socialismo, de Guy Mollet, o Mi viaje a la Rusia Soviética, de Fernando de los Ríos). ¿Cómo? Sencillamente con un estado absolutamente democrático. Si el estado es económicamente dirigista, y no es democrático, o es democráticamente débil, serán las elites que controlan el estado quienes dirijan la economía, y, por tanto, ésta no quedará realmente puesta al servicio de las necesidades de la mayoría. Por el contrario, si el estado es verdaderamente democrático, con una profunda democracia participativa, serán los ciudadanos los que controlen al estado y, por ende, a la economía, con lo que ésta sí estará al servicio de la ciudadanía. Este modelo, que nosotros defendemos, pone al ciudadano como centro de la vida política, y subordina la economía a sus intereses, frente al actual modelo neoliberal, que subordina los intereses de los ciudadanos a los llamados mercados, es decir, a los intereses económicos de las grandes fortunas (los capitalistas).
Esta visión, nos hace profundamente defensores de los valores ciudadanos, explica el contexto de las revoluciones ciudadanas de Ecuador y del Front de Gauche francés, y conecta con las mareas ciudadanas, haciéndonos parte de éstas. Más aún, esta subordinación del socialismo a la necesidad de una democracia real, verdaderamente participativa, en la que sean los ciudadanos quienes decidan, quienes tengan el poder, da como conclusión evidente que sólo a través de la revolución ciudadana y la participación popular democrática se puede llegar al socialismo.
En Recuperando el Socialismo usamos los colores rojo y verde. El color rojo representa el socialismo, en su sentido tradicional, el color verde representa la revolución ciudadana, y el sentido ciudadano de nuestro socialismo.
¡Por el Socialismo, y la Revolución ciudadana!
Fran Rey