Me toca escribir de uno de mis temas favoritos de la vida. Los juguetes. Una afición que, mientras más grande me hago, más me gusta, más me interesa, más comparto. Me enseñaron a ser compartida, qué le vamos a hacer.
En fin, para empezar quiero contarles que esto de los juguetes no es nuevo.
Afrodita, Venus, Bastet… ¿les suenan? Sí, los romanos, los griegos y los egipcios ya usaban juguetes sexuales.
En Grecia usaban “olisbos” (semejaban penes hechos de madera ¡auch!) y en Oriente Medio de ¡estiércol de caballo!. Eso si, en Grecia los lubricaban con aceite de oliva y en Medio Oriente los cubrían con resina ¡Puf! Por aquí para las chicas.
En China los muchachones no se quedaban atrás. Ellos se ataban una seda en la base del pene o se insertaban un anillo con plumas para estimular a sus compañeras (¡gracias!).
La palabra “dildo” se usa desde la centuria del 1500 y proviene de la palabra italiana “dildetto” que significa complacer (que además suena mucho mejor que ¡consolador! ¡por favor! Que me consuelen si estoy triste; si ando enjundiosa que me complazcan.)
El vibrador apareció con la electricidad y se puso de moda durante una “epidemia” de “histeria” (hay una película muy divertida sobre el tema). Con estos “vibradores para tratamiento médico” se estimulaba el clítoris de las pacientes hasta provocarles un “paroximo histérico”, hoy mejor llamado orgasmo.Por supuesto estas “histéricas” debían recibir tratamiento periódico (¡ah picaronas!) y era algo socialmente aceptable porque no se producía “penetración”. Tenían más problema con los espéculos (¡cómo cambian los tiempos!).
Para seguir con la diversión, les cuento que (sic) “… en 1905 los vibradores ya eran más pequeños y económicos e incluían varios complementos para otros usos domésticos como la batidora. De hecho, el vibrador fue el quinto artículo para el hogar en ser electrificado, después de la máquina de coser, el ventilador, la cafetera y la tostadora y precedió en no menos de diez años a la aspiradora y a la plancha de ropa, pues sus fabricantes seguramente se ajustaron a las prioridades de los consumidores de su época.”[1](¡quien viera a la abuela!)
A partir de su uso en pelis porno a la sociedad ya no le pareció “normal” y los juguetes pasaron a la sección de “para raritos”. Hoy vivimos una nueva revolución sexual en donde las preferencias “casise han normalizado” (en lo personal espero que se normalicen pronto). Hoy entendemos que “en gustos se rompen géneros” y que la sexualidad es parte de nuestro ser como humanos. Entendemos que el placer adulto consensuado y libre nos hace más felices y complementa y profundiza nuestras relaciones amorosas.
En fin, como se podrán imaginar, hay muchas cosas más que contar, pero por hoy se me acabó el espacio. Así que los dejo con una provocación para la siguiente: el mayor juguete que complementa a todos los demás es… nuestro amiga… la imaginación.
[1]www.aidepsicologia.com