Foto de portada por: ppcv
Y llegó el progre y la cagó. Y se convirtió en el más reaccionario. Iba de moderno, de centrista y había quien le creía. Primero fue el anunció de derogar la actual ley del aborto y reemplazarla por una similar a la de hace casi 20 años.
Ahora se trata de las tasas judiciales. Dice que quiere que funcione la Justicia, porque hoy está saturada y es muy lenta. Y para ello ha elegido el camino más injusto, infame y vergonzoso, demostrando que su fin no es acabar con la lentitud de la Justicia, sino recaudar dinero y sobre todo, hacer imposible que los más débiles económicamente puedan utilizarla. Ha impuesto “el Gallardonazo”, “el tasazo judicial”.
Porque, alguien me quiere decir: ¿Cuántos trabajadores despedidos recurrirán al juzgado de lo social si les cuesta de 500 a 750 euros? ¿Cuántas mujeres denunciarán a sus maltratadores, si han de pagar 600 euros? ¿Alguien recurrirá una multa si antes tiene que pagar 200 euros? ¿Quién recurrirá al Tribunal Supremo si para ello ha de soltar antes 1200 euros? Y así, sucesivamente.
Además con esta medida se acabará con el arbitraje donde hoy es admitido, puesto que los más fuertes no lo aceptarán y preferirán que sus oponentes paguen las tasas judiciales, ya que saben que será difícil que lo puedan hacer.
Este ministrillo se está cargando una premisa insoslayable en una sociedad democrática, un principio mínimo: La Justicia debe ser igual para todos. Pero no pasa nada, mantendrá que la necesidad es virtud y que no podía hacer otra cosa. Y se quedará tan pancho.
Unas tasas impuestas por artículo treinta y tres y sin ninguna participación de los actores principales. Así, oposición política, usuarios, jueces, abogados y muchas asociaciones ya han mostrado su perplejidad y su oposición ante tamaña felonía, sin que el ex-alcalde mueva un músculo. Él, con su soberbia, está por encima de todos: ¡Es el ministro!
Total, la Justicia ha quedada para quien pueda pagarla. No sé si este país conseguirá una Justicia rápida pero lo que sí consigue es una Justicia injusta, una Justicia que sólo podrán disfrutar quienes tengan medios para pagarla. Los pobres, los débiles, quedarán al margen, porque, al fin y al cabo, qué más da. Se trata de que la batalla la sigan ganando los de siempre.
Salud y República