La sociedad se mueve por impulsos en distintos aspectos sociales, y el cine y la televisión es uno de ellos. Hasta hace cuatro días todo el mundo lo flipaba con la serie televisiva, Stranger Things, pero en general la gente se olvida a los cuatro días. Y así con todo.
Un servidor, intenta mantenerse fuera casi siempre de estas corrientes que arrastran a la plebe cual rebaño de ovejas. Esto no significa que en algún momento no acabe unido al ferviente movimiento momentáneo, pero intento dejar pasar la primera oleada masiva de gente. Además, la mayoría de las veces, es más la curiosidad y por sacar mis propias conclusiones ante el aluvión de buenas críticas.
Hasta que salga un sustitutivo, la nueva onda expansiva que arrastra a las masas es La La Land, el musical romántico rebautizado como La ciudad de las estrellas en nuestro país. Dirigido y escrito por Damien Chazelle, guionista de 10 Cloverfield Lane y director de Whiplash, la película se estrenó hace algo más de tres semanas. Y probablemente, a nadie le interese ya un carajo mi opinión, pero yo voy a exponer mi criterio propio al margen de la efusividad colectiva.
Con siete Globos de Oro en el bolsillo, y catorce nominaciones para la próxima gala de los Oscars. Eso y el buen boca a boca que está teniendo, es el motivo por el que al final me he dejado arrastrar a una sala de cine. Entre todas las nominaciones para los premios de la Academia el próximo 26 de febrero, que abarcan casi la totalidad de aspectos técnicos del film, encabezan mejor película, mejor actor, mejor actriz, mejor director, mejor guión y mejor fotografía.
Su cualidad de pieza romántica con aires de musical de corte muy clásico de los 50 y 60 no me atraía lo más mínimo. Pero la diversidad cultural que se adquiere con la edad, te permiten ver películas muy respetables, como en este caso. Aunque no siempre vayan ligadas especialmente con tus gustos más personales.
Resta decir que mi pasión por los musicales es más bien escueta y poco fructífera, incluso, clásicos como West Side Story me han aburrido. Tampoco es que que haya visto demasiados, pero de los que he ido viendo a lo largo de los años, mis dos favoritos son Hedwig and the Angry Inch y Rocky Horror Picture Show.
Porque si hay algo que valoro y considero primordial en un musical, es que me gusten las canciones, algo que, seguramente, sea igual para todo el mundo, pero yo le doy mucha importancia. Y el toque gamberro y underground de sendos ejemplos, me cautivaron.
Mia, una aspirante a actriz que trabaja como camarera, y Sebastian, un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima amenaza con separarlos.
Desde luego, La ciudad de las estrellas no es una película en la que me hubiese fijado y puesto mi interés, de no ser por la cantidad de nominaciones para la próxima gala de los Oscars, gala en la que, seguramente, arrasará. Tampoco nunca he sido mucho de premios, pero me gustaría poder hablar con propiedad, cuando lo haga, porque la película tiene todos los elementos para hacerlo.
Ahora viene el dilema. Aunque la película no es de mi estilo y las canciones no me han entusiasmado, salvo el main theme City of Stars, he de reconocer que la película está terriblemente bien realizada en la mayoría de sus aspectos técnicos. De los cuales, destacaría las coreografías y el diseño de producción.
Pero si algo le debe la película a alguien, es a sus dos protagonistas principales, Sebastian y Mia, representados fantásticamente por Ryan Gosling (Drive) y Emma Stone (Birdman).La pareja actúa de forma muy natural, tal como lo haría cualquier pareja en la vida real, y eso denota una gran dirección de actores que aporta credibilidad a la historia sin caer en tópicos gratuitos y barriobajeros de la prensa rosa, a pesar de regodearse en el mundo de la fama, la intención de la película es otra muy distinta. Goza de humildad y su moraleja es digna y simple, puedes hacer lo que te propongas.
En conjunto no me ha parecido una película sublime ni tan destacable, pero es una cuestión de gustos personales. Aunque, no me ha aburrido en ningún momento, y al final, aunque juega con ciertos trucos artísticos y técnicos, consigue emocionar al espectador.
A lo largo de las dos horas de duración del film, que pasan en un santiamén, tiene momentos muy bien llevados a pesar de su tono edulcorado y romántico durante la primera mitad de la historia, sobrellevados gracias a pequeñas perlas humorísticas muy bien insertadas.
Pero creo que su desenlace funciona perfectamente gracias a ese tramo central disyuntivo que hace que en su desenlace el espectador se emocione, con ayuda del tema de piano que Sebastian hace suyo y de Mia y cuando lo oyes sonar, te relacionas con la pareja de baile.
Su envoltorio musical no es tan amplio como se nos quiere hacer ver de buenas a primeras. Hay tramos de la película que la banda sonora de Justin Hurwitz (Whiplash) abandona un poco al conjunto y la narrativa se vuelve tradicional por momentos.
En cuanto a su calidad y diversidad no es que sea tremendamente variada, quizás los momentos más destacables es su apertura en el puente y su desenlace con temas muy movidos y característicos que recuerdan a momentos estelares de Grease, pero más sofisticados y glamourosos.
Pero como he dicho, no es una banda sonora que me haya cautivado especialmente. En cuanto a su historia romántica, no es de mi estilo, pero no me ha aburrido. Me parece una película correcta que se puede ver sin tener que beber litros de agua para quitarnos la sed con tanto momento edulcorado.