Había comenzado este post con un título, La lactancia es cosa de tres, y al final me he ido por las ramas, como siempre…
Y sí, mis lactancias han sido y son cosa de tres, nuestras.
Así que pese a lo que leeréis mas abajo, dejo el título. Aunque hable de muchas mas cosas.
Permitidme el capricho…
Desde que soy madre he defendido la lactancia materna como algo exclusivo de madre e hijo, exclusivamente nosotros podemos tomar decisiones al respecto, mi bebé y yo.
Y sin embargo después de cinco años de lactancia interrumpida sólo 5 meses, puedo decir que la lactancia es cosa de tres.
De tres, porque papá desde el primer día acompañó, no hablo de apoyar o no, porque yo nunca he necesitado apoyo para las decisiones que he tomado con nuestras lactancias.
Nunca he necesitado apoyo pero sí un hombro y una mano a la que agarrarme.
Necesitaba que me acompañara sin juzgar, ni para bien ni para mal.
Alguien que no se inmiscuyera.
Y ahí estaba el, sigue estando. Ese que se conformaba con apenas unos ratos durante la ducha de Mamá para disfrutar del bebé.
Necesitaba que supiese que sería un mero espectador durante los primeros días, apenas un ayudante durante las primeras semanas, el responsable de hacer las comidas y limpiar mientras nos eternizábamos con nuestra teta. Y allí estuvo.
El que esperó pacientemente meses para darles de comer, el que cedió su espacio en la cama y cinco años después se conforma con una esquina.
El que regaló sus abrazos y sus besos y se resigna muchas veces con ser “el otro”.
El que se olvida de esas conversaciones importantes que dejamos a medias cuando nos interrumpen contándonos transcendentales historias, o se ponen a cantar y desconectan el mundo y nos hacen sentirnos únicos.
Ese que fue capaz de hacer dos horas de coche para buscar una pieza del sacaleches, el que se despertaba con el ruido del extractor cuando me sacaba de noche (El primero que tuvimos que sonaba como una carraca) y ponía un vaso de agua a mi lado, o se sentaba en otra silla de madrugada para que no estuviera sola.
El que aguantaba las horas de monotemática charla sobre los beneficios de la lactancia, y pacientemente aguantó que le leyera en voz alta todo lo que pasaba por mis manos.
Y no es uno de esos tipos que se hace fotos sonriente cambiando pañales, porque nuestros pañales huelen muy mal, la verdad, y no apetece hacer de modelo, pero ha cambiado muchos, tantos o mas que yo.
Y los que nos quedan!!
Y no presume de lo buen padre que es y de las excursiones que hace con sus hijos, pero los lleva al parque, aunque se aburra soberanamente. Y se conoce todos los de nuestra ciudad.
Y los lleva a hacer la compra y termina pareciendo un conductor de autobús con el carro del súper.
Ese que les da patatillas o galletas de chocolate antes de comer porque se vuelve niño junto a ellos, y se sienta en el sofá a comer pipas y pela para todos.
Ese que lee cuentos y se duerme con ellos en la cama. El que ha visto por enésima vez Jacobo Lobo o Matilda.
El que se sabe todas las canciones de las series de dibujos, y se emociona escuchándoles cantarlas en el coche…
No es uno de esos padres que se llenan la boca contando como ayudan en casa, porque el no ayuda.
Nunca lo ha hecho, porque nunca ha sentido que fuese un mero ayudante y considera la casa también suya.
Aunque sea un desastre con las lavadoras, y deje las toallas blancas de colores.
El dueño de la cocina, y de la escoba, aunque reniegue muchas veces.
Es ese que tras mi último parto y haber salido de casa dejándola como recién salida de una explosión nuclear, se quitó horas de sueño para que a la vuelta con el bebé estuviese perfecta.
Ese.
Y no sabe vestir a sus niños combinando colores, y a estas alturas sigue preguntando donde guardamos los pijamas, pero todos los días salen vestidos, y peinados, y con esas manos de gigante ningún minúsculo botón se resiste.
Ese que pone las camisetas y los vestidos del revés porque se lía y no mira las etiquetas.
Pero es el único que acompaña a su hija a elegir la ropa del armario y la hace feliz.
Y no es un padre de esos que van al cole y cuenta lo bien que juega su nene al fútbol, y que conoce a todos los niños de su clase…
Pero lleva a su princeso todos los días a la escuela, aunque muchas veces llegue tarde, y siempre con la merienda hecha y el baby puesto y un beso en la puerta.
Ese del que su hijo dice que le hace mejor la merienda para el cole que yo.
Ese que se emociona cuando su princeso dice que de mayor quiere ser como el…
Y es ese que los mete en la bañera e inunda el baño y deja todas las toallas tiradas, porque les hace cosquillas cuando los seca y les pone el pijama.
Y es ese que deja toda la cama llena de polvos de talco porque les deja jugar con el bote a ponerse perdidos.
Y es ese que aguanta estoico que salten sobre su espalda, y se deja peinar valientemente por su hija.
Y es ese que siempre lleva la camisa manchada de babas de bebe, y de papilla, y de chocolate…
Y es ese que ha renunciado a su proyección profesional para perseguir el sueño de conciliar, ese que lo abandonó todo durante meses para cambiar pañales y estar en casa.
Ese que me soporta, y me abraza y me acompaña, y me quiere.
Y ese al que miro y sabe lo que estoy pensando.
Ese que no recuerda se olvida conmigo de nuestro 16 aniversario…
Y me acompaña en mis locuras y las hace posibles desde hace 20 años.
Ese, el trinomio de nuestra lactancia, y el pilar de nuestra familia y de nuestra vida.
Ese.
Simplemente un padre maravilloso.