Tras ser víctima de un salvaje atentado, Laura pierde completamente la memoria. Solo el cariño de Carlos, el hombre del que se ha enamorado, le ayuda a percibir destellos de su misterioso pasado. Pero ¿quién es Laura? ¿Qué le sucedió? Durante una cena romántica, Carlos desaparece de forma inexplicable y sin dejar rastro. Una llamada al móvil de la joven le anuncia que, si quiere volver a ver con vida a su pareja, tendrá que aceptar un peligroso reto de insospechadas consecuencias: robar las reliquias del Apóstol en la catedral de Santiago.
Sin dudar un segundo, Laura se embarca en una misión imposible para cualquiera. Pero ella no es cualquiera.
Datos técnicosEditorial: Planeta (2022)
Nº de páginas: 504
Formato: Versión Kindle / Tapa dura
ISBN: B09TTDNZVS
Precio: 19,85 / 9,49 €
Tras la atenta y amena lectura de La puerta, su predecesor, parece ser este un título adecuado, demasiado adecuado para estas fechas que se nos han subido a la chepa sin que nos hayamos dado cuenta. Una novela para todos, jóvenes y talluditos, tranquilos y ávidos de acción, para los que busquen una lectura rápida -es posible hacerlo- o para quienes prefieran recrearse en el detalle -que los hay, y muchos-.
Es el momento ideal para abordar la lectura de aventuras, cualesquiera, ambientadas en el Camino de Santiago, y si es posible que salga ganadora en la selección una historia bien escrita y que valga la pena, no hay mucho más que argumentar. La puerta es referida en su secuela -sin serlo- y uno sonríe porque ya disfrutó en su momento con aquellos extraños sucesos que comenzaban con el hallazgo del cadáver de una joven...
La ladrona de huesos no es una novela de cementerios. De hecho, ni tan siquiera son nombrados, ni de cipreses, ni de tapias blancas grafiteadas por plañideras de turno. Se trata de una historia de ¿espionaje? Que plantea numerosas situaciones inverosímiles y a la vez interesantes, vertebradas en torno a la figura de Laura, una niña arrancada de los brazos de sus padres (metafóricamente hablando) a muy tierna edad. Tras aportar el dato, parece injusto desarrollar argumentos que terminen explicando el porqué de tal hecho o de cualquier otro sin caer en la osadía de dar al traste con las expectativas de la lectura, rítmica y cadenciosa.
Y es que hay modos de vida que terminan pasando factura, incluso cuando no se ha tenido opción a elegir la línea vital. El peligro es consustancial a ciertos oficios y pasatiempos, sobre todo si se goza de una mente privilegiada, y sólo el olvido puede ofrecer la tregua necesaria para que el descanso del camino sea merecido, puntual, deseado, prudente e incluso peligroso.
Manuel Loureiro gana lectores con sus proezas de antaño, y sigue sumando con la elección de los paisajes. Sólo falta enhebrar cada pasaje con el color rojo y la morriña desaparece como por ensalmo. Ese rojo tiene se concentra en el nombre de un osito olímpico, cosas de la vida...
Sin duda, el camino es la clave, pero la meta no es menos onerosa y apetecible. Alcanzar Santiago de Compostela con un grupo de extraños que terminan convirtiéndose en amigos reconforta e infunda ánimos, pero más tarde pueden llegar los remordimientos, inherentes al cariño, el talón de Aquiles de toda existencia. Más vale permanecer solo si se quiere alcanzar la invulnerabilidad.
Curiosas referencias a las distintas reliquias dispersas por el orbe, reliquias cristianas regaladas por el velo de la santidad, con hincapié en el famoso Ayate de Guadalupe, una imagen, una pintura, poderosa, esencial, aunque solamente sirva para apreciar el arte en él derramado. La Virgen, Dios y Sus apóstoles, más presentes que nunca.
Un libro que llega y reconforta, aunque se realicen muchas paradas en el tránsito visible e invisible desde la esclavitud a la gloria. El pasado puede volver y si se le concede el honor, lo hará con la seguridad de un nuevo día, punzante como una aguja, hiriente como un afilado cuchillo... Y la ladrona de huesos tendrá que sopesar si merece la pena poner fin con éxito a su azarosa y complicada misión.
Lean La ladrona de huesos, merece, y mucho, la pena.
Reseñado por Francisco Javier Torres Gómez
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