Es 1939. Alemania nazi. El país retiene el aliento. La muerte nunca ha estado tan ocupada, y se ocupará aún más.
Liesel Meminger es una niña adoptada que vive en las afueras de Munich que alcanza una humilde existencia cuando roba algo que no puede resistir: libros. Con la ayuda de su padre adoptivo acordeonista, ella aprende a leer y comparte los libros robados con sus vecinos durante los bombardeos así como también con el hombre judío escondido en su sótano.
Había escuchado tantas cosas de este libro, tantos comentarios que lo calificaban como el mejor, que tardé en leerlo, porque quería que fuera una ocasión especial (al fin y al cabo, si iba a ser un gran libro, quería disfrutarlo). Finalmente la inminencia del estreno de la película me puso un límite y me lancé a la aventura de la lectura. Qué increíble que fue.
La ladrona de libros es todo lo que dicen y más.
Ubicada en un tiempo y espacio complicados, la historia parte de una base: todo va a ser complicado y triste. La narradora (que no es Liesel), confirma esto. Y he aquí uno de los puntos más sólidos de este libro, la narradora. Su privilegiado punto de vista permite abarcar más acción y vislumbrar personajes que escapan la inmediatez de Liesel. Es una narradora profunda, meticulosa, humorística, filosófica, y sus reflexiones son bellísimas. Hacía tiempo que no leía metáforas tan logradas o comparaciones tan suaves.
Markus Zusak propone una prosa extraña. La novela está dividida en varias partes con capítulos breves, y los capítulos están interrumpidos por reflexiones, menciones, adelantos de situaciones, definiciones del diccionario, pequeños dibujos e, incluso, otros dos libros. La dinámica de lectura que se genera es impresionante, y la forma en que la acción deriva de una escena a otra es fluida y muy precisa. Me encontré en más de una ocasión admirando el estilo y las técnicas de escritura, cosa que no me pasaba hacía tiempo.
Estos dos elementos, narradora y estilo, son, en mi opinión, las joyas de esta novela. Son innovadores y sumamente atractivos, y captan el ambiente jocoso y terrible que busca darle Zusak a la historia.
Por supuesto que, además, está la trama, la historia de Liesel, su familia, y todos los vecinos. Y Zusak también construye un universo que no sólo es creíble sino que, además, es profundamente conmovedor. En medio de una Alemania que se lanza a un genocidio, Liesel y su familia emergen como seres humanos complejos y tocados por la tragedia. Cada personaje es una fuente de pequeños detalles, gestos, palabras, y capas y capas de carácter y personalidad. Rosa, Hans, Max, Ruby, Tommy, los Steiner, la esposa del alcalde y las otras familias que rodean a Liesel son universos en sí mismos. Zusak, con pocas palabras, pocas escenas, arma la galaxia de la calle Himmel y atrapa con la historia de cada personaje.
Que la trama además incluya la historia de encuentro y amor entre Liesel y los libros sólo hace que todo sea más encantador. Los episodios que giran en torno a esto y las reflexiones de los personajes sobre el poder de la palabra son de lo mejor que tiene la novela y pone en perspectiva también otro aspecto de la historia de la Alemania nazi.
Con humor sobrio y reflexiones filosóficas, muchos no tardaron en comparar esta novela con Matadero Cinco de Vonnegut. La ladrona de libros tiene algo de eso y más. Es conmovedora y emocionante, está llena de personajes e historias verosímiles y complejas, y tiene un trabajo de escritura que es supremo. Esta novela es deliciosa y sin duda de lo mejor que leí este año y en mucho tiempo. Para atesorar y releer una y otra vez.