Las bibliotecas han sufrido en carnes propias los efectos de los recortes: cierre de locales, reducción de presupuesto, despido de trabajadores, restricción de horarios, suspesión de actividades, nulas incorporaciones de fondos…
Lo de esta mañana ha sido una gota más en el gigante vaso de agravios con los que es posible toparse si eres usuario de bibliotecas y pretendes hacer uso de sus servicios.
-------
Que las bibliotecas han sufrido en carnes propias los efectos de los recortes es de todos conocido: cierre de locales, reducción de presupuesto, despido de trabajadores, restricción de horarios, suspesión de actividades, nulas incorporaciones de fondos…
Hace ya unos meses os contábamos cómo el único papel que entra en las bibliotecas es el higinénico.
El mapa de los recortes bibliotecarios es suficientemente explícito. Aquí lo podéis ver en grande.
Lo que muestra el mapa parece una imagen de incendios forestales de en mes de verano. Pero no; son las bibliotecas afectadas por los recortes
Y quizá no están todas, aunque el mapa pretender estar en permamente actualización.
Lo de esta mañana ha sido una gota más en el gigante vaso de agravios con los que es posible toparse si eres usuario de bibliotecas y pretendes hacer uso de sus servicios.
Es un caso concreto, pero seguramente extrapolable.
Me encuentro realizando una investigación. Encuentro una referencia bibliográfica a cuya fuente original quiero acceder. Se trata de un ejemplar de un periódico de octubre de 1906.
Sé que la biblioteca (que lleva el rimbombante nombre de la comunidad autónoma en el que resido) tiene digitalizados en microfilm todos los números antiguos de ese periódico.
Así que intento consultarlo.
Efectivamente, los microfilms están, debidamente ordenados cronológicamente. Pero la funcionaria que me atiende comienza a protestar, en un mal disimulado mal humor, sobre la situación de la biblioteca y de los recursos con los que cuenta: 80% de reducción del presupuesto, demanda en los juzgados por la situación en la que se encuentran, inexistente mantemiento técnico de las máquinas...
La máquina para consultar los microfilms está dañada y no pueden arreglarla; si encuentro lo que quiero no lo puedo imprimir con calidad porque a la fotocopiadora no se le repone el tóner; si, pese a todo, quiero probar a imprimir algo, me tendrá que cobrar los 40 céntimos que vale cada copia A3; en fin, que si quiero obtener el servicio que ellos tendrían que haberme podido prestar, tendré que ir de propio a las oficinas del periódico en cuestión para que me lo hagan allí.
Soy un usuario habitual de esta biblioteca. Desde hace tiempo. Y en estos últimos años ha experimentado cierta transformación:
- Parece un hogar del jubilado por la cantidad de mayores que acuden allí a pasar la mañana (calentitos en invierno y frescos en verano) ojeando periódicos y revistas. Y me parece estupendo que lo hagan, entre otras cosas porque muchos de ellos (público mayoritariamente masculino) acuden a leer.
- Estudiantes en época de exámenes saturan las instalaciones y dejan los puestos sistemáticamente vacíos, ocupados únicamente por irrelevantes apuntes y latas vacías de bebidas energéticas. Quizá en sus facultades o institutos tampoco hay ya bibliotecas abiertas o salas de estudio disponibles;
- Los servicios (entiéndase los baños, el WC, los urinarios, como ustedes quieran) se han convertido en lugar habitual de aseo y alivio para gente sin recursos. Quizá no tienen otro lugar al que acudir.
- La escasez de novedades bibliográficas es alarmante, hasta el punto de que es imposible acceder prácticamente a ninguna novedad, sea ésta de la temática que sea; y si es un poco especializada o académica, olvídate.
- La conexión Wi-Fi sigue funcionando, pero se satura o se cae cada dos por tres porque no soporta la infinidad de conexiones simultáneas de quienes acuden con sus ordenadores y teléfonos y hacen un uso estricatamente privado y personal; a lo peor ya no tienen tarifas planas a las que recurrir;
- El desánimo entre el personal es notorio y la tendencia a la actitud "funcionaria", tan peyorativamente considerada, es visible; ¿cómo pedirle a la gente compromiso y dedicación en las actuales condiciones?
Esta es la situación de la biblioteca. No estoy reclamando un ambiente elitista y exclusivo; ni cuestionando que, como servicio público, se vea invadida por usuarios que nada tienen que ver con su objetivo.
Lo que me gustaría reivindicar es la validez y necesidad social y cultural de las bibliotecas. Pero para que puedan cumplir mínimamente con sus objetivos de divulgación y acceso a la cultura tendrán que disponer de unos recursos que les permitan llevar a cabo su misión dignamente.
Y, a día de hoy, eso dista mucho de ser una realidad.