«Una expedición en principio condenada al fracaso.
Unos adolescentes huyendo de la barbarie.
Unas montañas demasiado altas para alcanzar la libertad.»
Bien conocido –y reconocido con varios premios- en el ámbito de las letras catalanas, Pep Coll nos brinda en este nuevo título una historia humana, emocionante, compleja, en la que, como es habitual en su trayectoria, el paisaje de los Pirineos tiene una presencia destacada.
El título alude a algo que se ha señalado repetidas veces de distintos modos: ¿dónde estaba Dios cuando ocurrieron horrores como los del Holocausto? Incluso un Papa se preguntó lo mismo con ocasión de una visita a Auschwitz: ¿dónde estaba Dios entonces? El caso es que, mientras Dios -como dice uno de los personajes principales de la novela, coincidiendo con lo que muchos pensaron en la realidad- se echaba la siesta, ocurrieron muchas cosas en el mundo. El régimen nazi desencadenó no solo una guerra devastadora, sino la persecución y el intento de exterminio de todo un pueblo. Hubo hombres justos que ayudaron a las víctimas y hubo quien se aprovechó de las circunstancias para enriquecerse.
Esta magnífica novela se centra en la peripecia de una serie de personajes (judíos perseguidos, españoles exiliados, franceses con comportamientos muy distintos y alemanes también diferentes entre sí) en los años de la Segunda Guerra Mundial en una zona del sur de Francia, cercana a la frontera con España, la región del Alto Garona.
“Los judíos, estemos donde estemos, siempre somos extranjeros”,
dice Marcel. Olvidados por ese Dios que sestea,
los judíos están solos y deben ayudarse a sí mismos.
En 1940 el avance imparable de las fuerzas alemanas por Francia empuja a familias enteras, con ancianos y niños, a huir en desbandada hacia el sur abarrotando las carreteras y sufriendo los bombardeos de los aviones alemanes. La situación es casi una repetición de la vivida un año antes por los republicanos españoles que huían hacia Francia.
Ese éxodo tiene dimensiones bíblicas, y ese es el tono elegido por el autor para empezar a narrar su historia: “En aquel tiempo vivía en esta ciudad de Francia un hebreo íntegro y honrado entre sus contemporáneos, llamado Samuel Silverstein, hijo de Simón”, escribe el autor en un capítulo que, también al modo bíblico, titula Libro de Samuel Silverstein.
La familia de Samuel Silverstein es una de las víctimas del bombardeo alemán. Samuel, que trabaja como transportista, se queda solo y, junto con su familia, pierde su fe; se revuelve contra el Dios que abandona de modo tan flagrante a la raza que se había comprometido a proteger. En medio del caos y el sufrimiento, un niño le entrega a Samuel el maletín con sus posesiones que había extraviado. Samuel se pregunta si es un ángel del cielo enviado por Dios o un demonio salido de las tinieblas. El niño se llama Philippe, tiene hambre y una deformación física que lo singulariza: el paladar partido, una desgracia nunca vista en un niño de doce años, una malformación genética conocida como labio leporino, a la que muy pocos sobrevivían si no se les operaba de muy pequeños. Samuel se hará cargo de él y, en adelante, sus caminos seguirán juntos.
Pep Coll teje con traza, vigor y emoción una novela que,
desgraciadamente, nos toca de cerca.
Francia, mayo de 1940. Samuel Silverstein, un transportista de origen judío, se encuentra atrapado dentro del éxodo de fugitivos que las tropas nazis empujan hacia el Midi. A resultas de un bombardeo de la Luftwaffe, Silverstein lo pierde todo y comienza una nueva vida como agente de una organización clandestina que trabaja para salvar a niños judíos, escondiéndolos en las zonas rurales. El trabajo de vendedor ambulante le facilita los movimientos por los pueblos y masías de los valles del Ariège. Pronto descubrirá un monasterio en ruinas donde sobreviven decenas de niños y adolescentes, bajo la amenaza constante de los gendarmes a las órdenes del gobierno de Vichy. Mientras la barbarie nazi arrasa Europa y los judíos esperan que Yahvé se despierte de una vez, atravesar los Pirineos parece la única opción de escape.
La larga siesta de Dios, una ficción basada en hechos reales,
es una gran novela llena de atractivos y con varios niveles de lectura.
Novela coral, compleja y ambiciosa en la estructura, la evolución de los personajes y especialmente en el desenlace, es también una historia profundamente humana que emociona al lector (la relación de Samuel con Philippe, y especialmente el final, destaca en este aspecto). Desde el punto de vista formal, posee una atractiva variedad de formas: se cuenta en tercera persona, pero desde el punto de vista del personaje y asumiendo sus expresiones (“mangar”, “perder el culo”, “pelársela”), y también en primera persona, en el diario que escribe Daniel. El lenguaje oscila de lo coloquial a lo literario, brillando especialmente en las descripciones paisajísticas. Y cuando el autor toma la palabra, en el epílogo, la belleza del texto es mayor aún: “Este escriba, que hasta ahora ha vertido las palabras sobre el papel como una lluvia de tormenta, se dispone a cerrar el relato con las escurriduras del gran diluvio, sabedor como es de que las últimas gotas sueltas, iluminadas por el fatigado sol a punto de ponerse, despliegan en el cielo todos los colores del arcoíris”.
Como en las buenas novelas clásicas, todo se cierra y el lector conoce el destino final de cada personaje. Y, por debajo de la historia que se narra, se perciben muchos asuntos de interés: la responsabilidad, el compromiso y la paternidad por encima de la biología, encarnados en un Samuel que es el gran protagonista, no en vano su Libro vertebra todo el relato. Samuel, el “hebreo íntegro y honrado entre sus contemporáneos” del comienzo, es alguien al que su particular “muerte de Dios” no le lleva al nihilismo ni a la indiferencia moral, como a tantos. Él encuentra un sentido a su vida en la tarea de salvar a los chicos judíos perseguidos y, lejos de la indiferencia, nunca el bien y el mal se le revelaron tan nítidos e incompatibles.
La novela contiene también una reflexión sobre la peculiaridad del pueblo hebreo, un pueblo que vive aparte y ese apartamiento acaba siendo un rasgo de su carácter individual, haciéndoles incómodos, contestatarios y rompedores hacia la cultura dominante de los pueblos que los acogen. “Sabios, artistas y científicos de esta raza han causado devastadores terremotos ideológicos que han hecho temblar los cimientos de la sabiduría europea de la época”. “Aventureros de las ciencias, de las artes y del comportamiento
humano, han desbrozado los rincones más tenebrosos del alma. Como si cada hebreo encarnase todas las fantasías y contradicciones de los nacidos de un vientre de mujer”, se dice en la novela.
Como novela inteligente que es, respeta al lector
dándole una visión compleja,
y quizá poco complaciente,
de los hechos históricos y sus protagonistas.
Lee y disfruta de las primeras páginas de la novela.
El autor:
Josep Coll i Martí (Pessonada, Pallars Jussá, 1949), más conocido como Pep Coll, prolífico escritor en catalán traducido al español, euskera, francés e italiano, es autor de la excepcional recopilación de leyendas Montañas Malditas (1993), pero ha sobresalido sobre todo como novelista, con títulos como L’abominable crim de l’Alsina Graells (1999), El salvaje de los Pirineos (2005), Las señoritas de Lourdes (Premi Sant Jordi 2007), Dos taüts negres i dos de blancs (2013, premio de la Crítica, premio Crexells, premio El Setè Cel, premio Amat-Piniella i Prix Pyrénéen 2016 a la traducción francesa) y L’any que va caure la roca (2020).
En su mundo literario, que también abarca narrativa juvenil, teatro y ensayo, los Pirineos y su pasión por la montaña ocupan un lugar destacado.
El libro:
La larga siesta de Dios (título original: La llarga migdiada de Déu, 2022) ha sido publicado por la Editorial Planeta en su Colección Autores Españoles e Iberoamericanos. Traducción de Javier Rodrigo Zudaire, 2022. Encuadernado en tapa dura con sobrecubierta, tiene 640 páginas.
Como complemento pongo un vídeo en catalán en el que Pep Coll habla de su novela La llarga migdiada de Déu.
Para saber más:
Pep Coll en Wikipedia.