Más allá de la particularidad de encontrar un barrio que aún mantiene el primigenio carácter rural en un municipio tan poco rural como L'Hospitalet de Llobregat, la emblemática calle Xipreret destaca por sus casas bajas, sus masías, sus palacetes, su historia, su patrimonio... y por tener un pavimento adoquinado que parece un auténtico patatal. Esto, que podría parecer un rasgo típico de la antigüedad de una calle que hunde sus raíces en la época romana ( ver La Medusa, el símbolo hospitalense que nunca volverá a la ciudad) resulta que no lo es tanto, ya que los propios vecinos han pedido repetidamente al ayuntamiento que sea reparada para mantener el uso correcto y sabor típico de la estrada. Sin embargo...¿por qué hace caso omiso a las reclamaciones del vecindario y lleva lustros sin ser arreglado? Un delirante proyecto urbanístico del ayuntamiento, una guerra fría contra los vecinos y la existencia de los históricos " corralons " (corralones), tienen la culpa de ello.
Una de las características que más llaman la atención de los paseantes cuando pasan por la calle Xipreret, a parte del numeroso patrimonio existente ( ver La Talaia de L'Hospitalet, el símbolo inerte de una ciudad iconoclasta) son los callejones sin salida que, abiertos en su banda de poniente, forman un espacio comunal al que dan las puertas de un buen número de casas. Estos patios, conocidos como "corralons", tienen acceso abierto al eje principal de la calle, pero están tapiados en su parte final al limitar con los jardines de Can Sumarro, antiguas tierras de cultivo de esta masía que hoy acoge una biblioteca municipal.
El origen de estas estructuras urbanas se remonta a la Edad Media, a los primeros momentos de urbanización de la calle, en que los propietarios de las grandes casas de la zona, para aprovechar mejor la luz del sol y así calentar la casa de forma natural, deciden orientar su fachada hacia el sur, de forma perpendicular al sentido norte-sur en que se traza la calle principal. Esta situación peculiar hace que, con el desarrollo del pequeño barrio desde mediados del siglo XVIII y el siglo XIX, las casas populares que surgen junto a las señoriales se construyan adaptándose al espacio restante, formando unos cul-de-sac de uso comunitario que acogieron los lavaderos y los pozos que eran utilizados por a las casas que daban a él. Desaparecidos durante el disloque urbanístico de la ciudad de finales del siglo XX, aún queda, como remanente fosilizado de este pasado, un escondido y desconocido lavadero -con su correspondiente pozo ( ver El metro, un pozo escondido y el río subterráneo de la estación de L'Hospitalet-Av.Carrilet)- en el primer corralón situado delante de la Talaia. Sin embargo, y aunque le parezca mentira, la pervivencia de este patrimonio está pendiente de un hilo.
Si bien cualquiera que conozca la zona reconoce, por su singularidad, el valor arquitectónico, histórico y paisajístico del entorno de la calle Xipreret, el ayuntamiento de la ciudad -aunque más bien se tendría que decir alguno de sus responsables- no lo tiene tan claro. Considerado conjunto monumental en los primeros catálogos patrimoniales de L'Hospitalet (1983 y 1987), posteriormente, con la peregrina excusa de que era difícil de proteger, los elementos catalogados pasaron a contarse de forma individual, de tal forma que en 125 metros se acumulan hasta 27 elementos patrimoniales protegidos...¡pero sin formar un conjunto! Resulta curioso que tal profusión de elementos protegidos no "puedan" ser englobados en una única figura de protección que los englobe a todos. Y es que los urbanistas a sueldo del consistorio tienen otras ideas.
La construcción en 2006 del Polideportivo del Centro en los terrenos del antiguo matadero, situado a pocos metros al noroeste del conjunto de Xipreret, significó la destrucción de un buen número de pequeñas casas populares situadas a tocar de la Riera de l'Escorxador. Ello llevó a la construcción de una plaza dura entre el nuevo mamotreto de cemento armado (se ve que si lo hacían bonito destacaba demasiado) y los jardines de la biblioteca Can Sumarro, en un claro atentado al entorno de aspecto agrícola del casco antiguo de la ciudad. Barbaridad que no venía sola, ya que incluía la demolición de una popular fuente para la construcción de un ascensor y la eliminación de todo el pavimento adoquinado de la calle Xipreret y su sustitución por un meramente práctico pavimentado a nivel (sin aceras), liso y sin alma. Los vecinos, que vieron poner en peligro sus propiedades y la memoria histórica del pequeño barrio, pusieron el grito en el cielo.
El ayuntamiento, viendo la oposición frontal del vecindario, paró parte de los proyectos que tenía previstos en la zona. Proyectos que, además de desvirtuar el entorno de una calle que está en el origen de la ciudad de L'Hospitalet, también pretendían eliminar el trozo de jardín existente entre Can Sumarro y las casas de Xipreret para convertirlo en una vía por la cual accedieran los autocares que fueran al polideportivo. Una agresión urbanística gratuita y sin sentido que, para más inri, habría significado el despanzurramiento de los corralones para comunicarlos con la nueva calle, eliminando de un plumazo varios siglos de historia de la ciudad.
Ante la negativa a ultranza de los vecinos a semejante disparate, el ayuntamiento, con la excusa de que el actual pavimento no era accesible para silla de ruedas, ni para la gente mayor -a pesar de la hiriente paradoja de que gran parte de los vecinos opositores eran, justamente, de edad avanzada- se obcecó en eliminar las aceras y los adoquines como si la remodelación de los 320 m2 de la calle Xipreret fueran esenciales para la vida cotidiana de los casi 300.000 habitantes de la ciudad. A pesar de las presiones, el vecindario no se bajó del burro y el consistorio, como niño mal criado al cual no le dan lo que quiere, dejó que el pavimento se fuera degradando progresivamente, al negarse a repararlo siguiendo los cánones tradicionales que dan su particular ambiente a esta popular calle ribereña.
En la actualidad, esta "guerra fría" se mantiene ya que, si bien el plan urbanístico original está parado sine die, no ha sido anulado y en cualquier momento puede ser reactivado. Por el otro lado, el vecindario continua reclamando que la protección del entorno de Xipreret se haga en su conjunto y que las reparaciones del estropeado firme se hagan manteniendo el sabor actual, la cual cosa ha llevado el asunto de los corralones a un inquietante impasse de espera con el ayuntamiento. No obstante, la creciente sensibilización de la ciudadanía hospitalense por la conservación de su patrimonio arquitectónico y cultural está haciendo que la opinión pública presione en favor del criterio de los vecinos. Situación, inédita hasta hace pocos años, que augura que, más pronto que tarde, el aberrante criterio de los planificadores del ayuntamiento se verá doblegado y con él se asegurará, esperemos que definitivamente, la supervivencia del corazón y las raíces de un Hospitalet que ya hace demasiado tiempo que desapareció de nuestra memoria.