Revista Educación

La lectora cotilla

Por Siempreenmedio @Siempreblog
La lectora cotilla

Todos tenemos nuestro lado oscuro, aunque nos hayan educado en las reglas de cortesía propias de una persona de bien. Yo también lo tengo y no puedo evitar comportarme como una maleducada en ciertos momentos. Porque sé que no está bien lo que hago, pero no puedo evitarlo. Puede que ocurra en el tranvía, en una guagua, o tal vez en la cola para solucionar algún trámite administrativo o en una sala de espera sanitaria. Da lo mismo, lo importante es que si en todos esos entornos hay un libro mi mirada se dispara, mi cuello se gira de forma automática y puede que incluso me levante y me acerque al objeto deseado. No puedo seguir viviendo sin adivinar qué está leyendo esa persona.

Y claro, si se trata de uno de esos volúmenes de lujo, pesados, que en el lomo presentan en grandes letras el título y el autor, pues la cosa se queda ahí, en un acto rápido y reflejo. Pero con la llegada de los libros electrónicos cada vez es más difícil descubrir de qué libro se trata y casi te tienes que poner, sobre todo si tu edad es avanzada, sobre el hombro de la víctima lectora para satisfacer tu curiosidad. Luego, si el viajero o compañero de espera se gira y te mira, pues oye, se disimula con una rápida vista al techo o una espantada con la mano de una mosca fantasma... Y cuando es imposible descubrir el título, entonces me lanzo a leer párrafos enteros, por si soy capaz de adivinarlo o para redimirme a mí misma con un "déjalo ya que no es de tu estilo". Lo malo es que si me engancho soy capaz de perseguir al pobre dueño o dueña que, con su nivel de enganche a la novela en cuestión, pues no se dará cuenta hasta que ya sea demasiado tarde y se me escape un "¡pero pasa la página ya, que está en lo más interesante!"


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