Los libros son aburridos de leer. No hay libre circulación. Se le ruega a uno que siga. El camino está trazado, de vía única.
Del todo diferente el cuadro: inmediato, total. A la izquierda también, a la derecha, en profundidad, a voluntad.
No hay trayecto sino mil trayectos, y las pausas no están indicadas. En cuanto se desea, el cuadro está ahí de nuevo, entero. En un instante, todo está ahí. Todo, pero nada aún conocido. Es entonces cuando hay que empezar a LEER.
Aventura poco apreciada, aunque apta para todos. Todos pueden leer una pintura, tienen cosas que encontrar en ella (y meses después, cosas nuevas), todos, los respetuosos, los generosos, los insolentes, los que le son fieles a su efigie, los que están perdidos en su sangre, los bata-blanca con tubos de ensayo, aquellos para quienes un trazo es como un salmón que se tira al agua, y cualquier perro encontrado, perro para poner en la mesa de operaciones con el fin de estudiar sus reflejos, aquellos que prefieren jugar con el perro, conocerlo reconociéndose en él, aquellos que en el otro no están de francachela sino consigo mismo, en fin aquellos que ven sobre todo la Gran Marea, portadora a un tiempo de la pintura, del pintor, del país, del clima, del medio, de la época entera y de sus factores, de los acontecimientos aún no audibles y de otros que ya se ponen a tocar las campanas furiosamente.
Sí, hay algo para todos en el lienzo, incluso para los ineptos que dejan allí simplemente girar en él sus aspas de molino sin ver propiamente la diferencia, pero existe cuán instructiva.
No se demoren mucho, sin embargo. Éste es el momento. Aún no hay reglas. Pero no tardarán…
Henri Michaux
Prefacio para Lectura de Litografías de Zao Wu-Ki, 1950
Escritos sobre pintura
Traducción: Chantal Maillard
Dibujo de Henri Michaux