Revista Cultura y Ocio

La Legión X de César, el Séptimo de Caballería de la antigua Roma

Por Manu Perez @revistadehisto

Hay cuerpos de ejército que han pasado a la Historia por su fama en el campo de batalla, o por cierto halo de romanticismo que, a través del tiempo, se ha ido creando alrededor de sus acciones.

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Son estas unas pocas y selectas unidades las que, por diversas razones, han mantenido su fama durante décadas, e algunas incluso siglos. Entre todas estas, ocupando un sitio de honor, encontramos a la Décima Legión de Cayo Julio César.

La Legión X de César, el Séptimo de Caballería de la antigua Roma

En sus propias palabras,

“Julio César depositó toda su confianza en esa legión por su valor”,

y con la cual llegó a combatir primero en Hispania, luego diez años en la Galia, en Britania, Germania y también durante la Guerra Civil. Su emblema sobresalió en batallas tan decisivas como las de la Gergovia y de Alesia (Galia) en el 52 a.C., la de Zela (Anatolia) en el 47 a.C., en Tapso (Tunez) en el 46 a.C., o en Munda (Hispania) en el 45 a.C.

El inicio de la extensa historia de la Décima lo encontramos en el hecho de haber sido la primera legión reclutada personalmente por César al haber sido designado en el año 61 a.C. gobernador de la Hispania Ulterior. Según palabras de Plutarco, el propio César reunió en Córduba

“diez nuevas cohortes además de otras veinte acantonadas ya allí”.

Así nació, según las fuentes clásicas, la legendaria Décima Legión de Cayo Julio César.

En aquella época, a caballo entre el cénit y  el estertor de la República romana, las legiones se regían por la estructura creada por Cayo Mario tras su reforma, según la cual cada legión quedaba estructurada por 4.800 legionarios, divididos estos a su vez en diez cohortes de 480 hombres cada una, estas en tres manípulos  de 160, y cada manípulo en dos centurias de 80 hombres bajo el mando de un centurión, así como de seis legados.

Una vez en el campo de batalla, y centrándonos ya en su hoja de servicios, una de las acciones que dio mayor gloria a los legionarios de la Décima ocurrió durante la campaña gala de Julio César, donde  los casi seis mil soldados de la legión se enfrentaron y derrotaron en solitario a 360.000 helvecios.

Esos mismos hombres se enfrentaron posteriormente a los belgas cerca del río Sambre, resistiendo heroicamente el ataque de los 60 000 guerreros nervios que les hostigaban.

Durante esta misma campaña,  una de las anécdotas más famosas que le sucedieron a la Décima acaeció en el año 58 a.C. cuando Julio César, en guerra contra los suevos, cambió a los jinetes por tropas de la Décima, haciéndolos montar a caballo como su propia escolta personal.

Una vez pacificada la Galia, César creyó el momento de acometer una empresa realmente arriesgada como era la invasión de Britania, donde la Décima volvió a demostrar su valor como unidad.

Al llegar los barcos de César a las playas britanas, en el momento del desembarco de sus legiones encontraron la inesperada resistencia de los apareció la figura del portaestandarte de la Décima, que se lanzó al agua alentando a sus camaradas a seguirlo. Llenos de sonrojo, el resto de los componentes de la Décima siguieron a su águila de combate hasta la orilla.

Ocurrió que al iniciarse la Guerra Civil, César tuvo que romper su promesa de licenciamiento de la Décima, ante la necesidad de contar con tropas veteranas para el inminente enfrentamiento. Eso provocó un conato de sublevación resuelto finalmente por César.

Durante la batalla de Farsalia, César colocaría su puesto de mando en el ala derecha, justo detrás de la Décima, demostrando así nuevamente su extraordinaria confianza en la fuerza y destreza de sus excelentes veteranos, enfrentados a fuerzas bastante superiores en número. La Décima defendió con gran valor ese flaco derecho encomendado, por donde atacaría la poderosa caballería pompeyana para intentar envolver al ejército cesariano, aniquilándolo posteriormente y desequilibrando la balanza del lado de César, demostrando así sobradamente el motivo por el que su líder confiaba de manera tan ciega en ellos.

En la batalla de Munda presentó su último servicio la X Legión bajo el mando de su primer y principal comandante. Aquel día Pompeyo el Joven se había fortificado en una alta colina, flanqueada por un caudaloso riachuelo, por lo que la posición de César, abajo, era tremendamente desfavorable, lo que pudo hacer que todo  hubiese acabado en desastre para él si no llega a ser por el valor, destreza y fiereza que demostró la Décima para evitar ser rodeados por los pompeyanos, los que, finalmente y para fortuna cesariana, cayeron por una descoordinación propia al mal interpretar el propio movimiento de uno de sus flancos y pensar que la batalla estaba ya perdida a pesar de llevar ventaja. Y como siempre, los veteranos de la Décima apuntalaron la gloria de su general.

Finalmente, y después de este último servicio en la batalla de Munda, en el año 45 a.C. Cayo Julio César licenció con honores a sus veteranos de la Décima, dándoles retiro en la actual Narbona, en el este de Francia.

El posterior devenir de la unidad entra ya en el plano de la especulación, aunque lo cierto es que la historia de la Décima solo puede concebirse indisolublemente al mando de su genuino general, Cayo Julio César.

Autor: Juan J. Carrasco Saez-Benito para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

Cayo Julio César De Bellico

Plutarco Vidas paralelas

Suetonio Los Doce Césares

Peter Connolly Las legiones romanas

AAVV Historia de la guerra

Stephen Dando-Collins Legiones de Roma

Luis Asier Mazo De Carlos   El papel del ejército romano en la transición de la República al Imperio: la Legio X como paradigma

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