Título: La lengua de los secretos
Autor: Martín Abrisketa
Editorial: Roca Editorial
Género: novela intimista, histórica, prosa poética, autoficción
Páginas: 528
Publicación: 19/03/2015
ISBN: 978-84-9918-915-4
Martintxo nació en un queso: su Arrigorriaga natal estaba perforada por las minas que llevaron a tanta gente a trabajar a una tierra donde sus habitantes aún cuidaban vacas y hablaban «la lengua de los secretos». Siendo aún niño, ve también cómo la guerra perfora su pueblo con las bombas de los pilotos alemanes. Tras separarse de sus padres, debe ponerse al frente de sus tres hermanos y huir de la devastación; primero a Santander y más adelante a un pueblecito de los Alpes franceses, ya como «niños de guerra». La lengua de los secretos es una novela conmovedora y a la vez mágica, capaz de envolvernos en la sensibilidad de un niño travieso y muy valiente, que se ve obligado a proteger a sus hermanos y a luchar contra la barbarie de la guerra con la imaginación y los sueños como única arma.Escribo esta reseña días después de terminar la lectura de La lengua de los secretos y aún tengo el sabor en mi boca de una novela que me ha encantado. Aún estoy conmovida por la historia, por los niños que protagoniza la obra, por los adultos en que se convirtieron y, sobre todo, por esa maravillosa forma de contar de Martín Abrisketa.
"¡Otra novela sobre la Guerra Civil!", pensará cualquiera que lea la sinopsis de esta obra. Y sí, es otra novela sobre la Guerra Civil. Pero no, no es una novela cualquiera. Es una novela diferente, totalmente distinta a cualquiera que hayas podido leer sobre el mismo tema. Y lo es tanto por el punto de vista de que elige como, sobre todo, por el lenguaje y la magia con los que envuelve una historia sencilla pero llena de emociones.
De hecho, creo que son las emociones, las sensaciones, los sentimientos los auténticos protagonistas de esta obra. Abrisketa no se propone contar una historia objetiva sobre la Guerra Civil ni mantiene al narrador alejado de lo que le ocurre a los personajes. No. Todo lo contrario. Abrisketa se autoelige como narrador de esta novela que está estructurada en torno a dos ejes temporales: el eje del pasado, en el que se cuenta cómo Martintxo, el padre del narrador, vivió la Guerra Civil y el exilio en Francia junto a sus hermanos, y un eje del presente, en el que Martín reconstruye la historia de su padre al tiempo que analiza tanto la relación que durante toda su vida ha mantenido con él como su propia forma de ser y de querer. Este eje conforma los bises de la novela, capítulos doblados que permiten tanto el análisis de lo ocurrido como la continuación de una historia que no acabó cuando Martinxo creció.
Pero el narrador que escribe los bises en primera persona no desaparece en el eje del pasado, no se convierte en un narrador omnisciente y alejado de los protagonistas. Al contrario, se mantiene ahí, aparece, juzga y, sobre todo, comprende las acciones y reacciones de los personajes. Creo que esta cercanía de un narrador al que acabamos conociendo casi tan bien como a sus propios personajes favorece tremendamente la empatía del lector hacia los protagonistas de la historia (de las historias, de la Historia) y determina de forma clara el tono de la obra: un tono emocional, lleno de sentimientos, tranquilo, casi susurrante, cercano, capaz de llevarte a un universo de niños y de mostrarte la manera de ser y de pensar de estos niños.
Y esa atmósfera infantil, junto al tono emocional y cercano, consiguen que la novela esté llena de magia. Abrisketa nos devuelve al mundo de los niños, un mundo en el que cualquier viaje puede ser un viaje a Nunca Jamás y cualquiera puede convertirse en el mismísimo Peter Pan. Un mundo en el que las bombas solo son tremendos boooms y las ametralladoras una sucesión de ra-ta-ta-ta-tas capaz, eso sí, de matar.
Abrisketa juega con la poderosa imaginación de los más pequeños, con un universo hecho de cuentos y fantasías, con el poder de los sonidos y las onomatopeyas para conseguir volver a convertirnos en niños y logra, así, una visión totalmente diferente de algo tan horriblemente adulto como es la guerra.
Depurando todo pensamiento adulto, nos hace regresar a la inocencia infantil, esa que intenta comprender lo que está pasando y traducir la realidad a un lenguaje comprensible: el lenguaje de la amistad, el lenguaje de lo conocido, el lenguaje de los cuentos, el lenguaje del amor, el lenguaje de la protección, el lenguaje de lo sentido... la lengua de los secretos.
Un lenguaje que, en la novela, se traduce en una prosa poética, con un trabajo exquisito y un uso de las figuras retóricas y los recursos estilísticos francamente maravilloso.
Creo que la narración que tiene que ver con el eje del pasado es simplemente magistral y que ofrece una visión (y un tono) totalmente novedoso de la Guerra Civil. Pero la novela no se queda ahí sino que nos regala un contrapunto adulto: unos bises en los que la guerra ha acabado, Peter Pan se salvó y creció y tuvo hijos y siente la necesidad de dejar constancia de lo ocurrido porque presiente que sus días están a punto de agotarse. Ese contrapunto da profundidad a la obra y permite una honda reflexión sobre el cariño, la familia, el apoyo incondicional, la enfermedad, la incomunicación, los pequeños desencuentros que acaban separando los agujeros de una red que, sin embargo, no se romperá nunca.
En definitiva, Abrisketa nos regala una novela llena de emociones y hechos, de anécdotas y de Historia, de reflexiones y de corazón. Una novela que, como los polvos de hada de Campanilla, es capaz de hacernos volar y de conseguir que seamos niños otra vez. Y que veamos el mundo de manera diferente.
Nos seguimos leyendo.
Incluyo este libro en los siguientes retos:
- Reto Genérico: 34 (1/2 guerreros)/40