Y la coma del vocativo?… ¿Eh?… ¿Qué opina Twitter de la coma del vocativo?
Así nos interpelaba ayer Arturo Pérez-Reverte a los usuarios de Twitter respecto a la puntuación del idioma que él se encarga de normativizar. Si bien probablemente la intención de dicho tweet era quizás la de generar discusión y conseguir nuevamente notoriedad en la plataforma, yo voy a utilizar esta publicación para hablar de un tema sobre el cual me encanta debatir y tomar siempre el papel del abogado del diablo.

La normativa del idioma está en constante cambio. Algo que parece ser que no gusta a ciertos hablantes. Esto no es una cosa que me saque de la manga, quedó muy bien demostrado con las revueltas y enfados suscitados por la supresión de la tilde del «solo» adverbial y los pucheros y quejas que recibieron la inclusión de los términos «meme» y «selfi» al diccionario de la RAE. Y es que hay a ciertos hablantes (entre los que se encuentra el ya mencionado Pérez Reverte) a los que les parece que (algo que podríamos denominar como) la «pureza lingüística» ha de ser protegida y conservada sobre todas las cosas como si fueran Las Tablas de la Ley de Moisés.

Pero a fin de cuentas ¿qué es la lengua para que se le tenga que presuponer una pureza intrínseca? Porque, hasta donde yo sé, podemos definirla de manera simplificada como el instrumento que utiliza el ser humano para comunicar ideas. Si estiramos un poco el chicle podemos decir que es el código que resulta del uso de una capacidad innata de la raza humana que denominamos lenguaje. O, dicho de forma menos técnica y enredosa, el resultado de miles y miles de años diciendo cosas para transmitir ideas. Vamos, que los diccionarios con las palabras y las gramáticas no fueron otorgados a la RAE en el monte Sinaí por la gracia de una deidad lingüística.

Sea cual sea la definición elegida por el lector para definir lo que es la lengua, con ninguna de esas definiciones se le puede presuponer una «pureza» al idioma que deba ser protegida, pues no hay ninguna «pureza» intrínseca a la lengua que proteger, pues la lengua ha sido moldeada a partir de los usos que le han dado sus hablantes.
Siempre que no se rompa la comunicación, una desviación de la normativa que marca la RAE, a mi parecer, no debería ser motivo de reproche, pues, del mismo modo que una persona de clase alta no alza sus meñiques al coger la taza del café del desayuno en su casa, un hablante puede utilizar la lengua de forma relajada en situaciones coloquiales. No se va a partir el suelo en dos y va a aparecer Cervantes con la armadura del Quijote a arrastrar a nadie al infierno lingüístico, tranquilo.
Del mismo modo, si hay una idea que no puede ser nombrada con las palabras de las cuales ya dispone la lengua, no pasa nada por tomarla prestada de otro idioma. It ain’t that deep, solo es un préstamo. Ya pasó con «alcohol», no pasa nada por decir «feedback» o «brainstorming».

Así que no pasa nada si os salís de la norma en un contexto relajado. Si vuestra solución lingüística es eficaz y se extiende, habréis contribuido al moldeo de la lengua, enhorabuena. Sino, al igual que la solución lingüística nació, morirá y desaparecerá, no será el fin del mundo. Y recuerda, ahora mismo estás leyendo un latín malísimo así que ya sabes, la lenwa ahí ke azerla.
