La definición de miseria moral guarda un sentido profundo de degradación que el PP sabe muy bien manejar y esconder. Una degradación que deriva en el parentesco y la colaboración con la extrema derecha de Vox y la patética ayuda del moribundo Cs, que hoy, con otro rostro, el de Inés Arrimadas, se ha instalado definitivamente en el lado conservador. La miseria moral de estos partidos designa un espíritu profundamente antidemocrático que no sólo comienza a repugnar a la sociedad entera, sino que terminará repugnando incluso a las generaciones venideras que estudien este período histórico. Esto es de una suciedad moral que apesta.
Por eso, ahora, en un desesperado intento de hacer fracasar la investidura y llevarnos a otras elecciones, intentan que los votos regionalistas se descuelgen del apoyo a Sánchez, para que de esta manera con la abstención de ERC no bastase para conformar Gobierno. El lumbreras de Teodoro García Egea, secretario general del PP, ha pedido a estos partidos que reflexionen sobre su papel en el Parlamento y que tengan en cuenta sus compromisos en campaña, donde se presentaron como una garantía para la igualdad entre todos los españoles. Esto lo hace mirando de reojo un Gobierno con Podemos y ERC, ya que esto les repugna.
Esos votos, cántabros, gallegos, canarios o valencianos, son claves para sumar una mayoría para Sánchez y con los que puede superar los votos en contra de PP, Vox y Cs. De ahí la sucia estrategia conservadora, que al no haber podido convencer a estos parlamentarios, recurre al ultranza y desvergonzadamente a la JEC con una ley anti-ETA para inhabilitar a Torra y malograr la investidura.
Así, los populares se aferran a una frase que recoge la LOREG y que introducida en aquella reforma (Ley electoral del año 2011), pensada para impedir que gente del entorno de ETA se presentase a las elecciones si habían sido condenados, quedice: «Son inelegibles los condenados, aunque no sea firme, por delitos contra la Administración Pública cuando la misma haya establecido la pena de inhabilitación para el ejercicio del derecho del sufragio pasivo».
Y es que cuando los partidos se convierten en la mentalidad ultra de sus líderes para obtener fines particularistas, entramos en la realidad de la ruindad, y que se expresa de manera manifiesta en esta expresión de Pablo Casado: «Como el Gobierno no lo hace, lo hacemos nosotros».
La miseria moral se establece en el alma y todo adquiere una absoluta permisividad. Se trata de destruir cualquier posibilidad de un gobierno progresista, y cualquier medio es lícito para ello, aunque sea un recurso miserable unicamente bueno para sus fines. Todo vale, puede ejercerse cualquier tipo de incisión, desde la inoculación del miedo, hasta la explotación de recursos y demandas sin sentido. Y aún se extrañan cuando algunos les recordamos que en la dictadura, con más poder y nada de democracia abusaban del sometimiento de la libertad, la tortura y la destrucción. Pero ya se sabe que cuando se carece de cualquier sentido democrático la libertad del pueblo oprime. Si hoy en España hubiera un mínimo de conciencia de Estado por parte de esta derecha antigua, se tomaría una postura moderada y se abstendrían por el bien del país, tan patriotas que se llaman. Pero su envilecimiento les hace reaccionar con saña, porque su responsabilidad no existe. En realidad no tienen sentido del bien, y lo sustituyen por la miseria moral de obtener réditos a cualquier precio, aunque este sea el humano.