Revista Política

La ley de Dios

Publicado el 09 diciembre 2011 por Juanmajurado
La ley de Dios Rouco ha hablado. Alabado sea, porque cada vez que expresa su opinión, más se afianza mi ateísmo. Esta vez, con la sabiduría y mesura que le caracteriza, ha venido a pedir que la Ley de Dios "vuelva a ser un elemento y un órgano decisivo en el comportamiento no sólo personal y privado, sino en el comportamiento, en la acción y en las actividades públicas que afectan a todos". Yo estoy seguro que D. Antonio Rouco es un hombre listo, por eso me extraña que continúe sin comprender lo de la separación entre la iglesia y el estado. No sé si esta confusión que se empecina en alimentar con ahínco se habrá visto incrementada por la ilusión que debe producirle la perspectiva legislativa y ejecutiva (y hasta judicial) que, en el corto plazo, se nos avecina. Una circunstancia que ha debido ser lo que justifica la utilización del vocablo "vuelva", que viene a significar que "ya estuvo". Lo que ignoro es hasta dónde se retrotrae la memoria del Sr. Rouco, si a épocas cercanas o llega hasta la Santa Inquisición.
A renglón seguido, ha afirmado que las dificultades actuales tienen mucho que ver con la "renuncia a vivir de acuerdo con la gracia y el amor de Dios". Supongo que, metafóricamente, está refiriéndose a la usura y la avaricia de los mercados y sus aledaños, a la interposición de los intereses partidistas y privados sobre el bien general, a la rapiña que se está preparando para lanzarse sobre lo público... Por eso, supongo, no estoy en total desacuerdo con el Sr. Rouco (o a lo mejor es que lo interpreto mal). Más aún, ahondando en la Ley de Dios, en sus mandamientos y en el ejemplo y las palabras legadas por Jesús, si la jerarquía de la iglesia católica española desease presentarse realmente como el paradigma de su propia doctrina, podría empezar aplicando con rotundidad aquello que dijo el Mesías a los herodianos con un denario en la mano: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Hoy no serían denarios, sino euros. En concreto, más de 5.000 millones (831.930 millones de pesetas y en denarios ni te cuento), ingente cantidad de dinero que el César-estado aporta a Dios-iglesia anualmente. Bien estaría que, en aplicación de la gracia y el amor de Dios por un lado y de la lógica, la transparencia y el bien común por otro, esta cuestión comenzara a ser revisada.

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