Revista Cultura y Ocio

La ley del menor - Ian McEwan

Publicado el 01 febrero 2016 por Elpajaroverde
"Usted fue la adulta. Lo sabía todo pero no lo dijo. Se limitó a hacer preguntas y a escuchar. Toda la vida y el amor que tiene por delante: lo escribió usted. Eso es lo que usted tiene. Y mi revelación."
Adultos. Los niños necesitan adultos. Adultos que los sostengan, que los protejan, que los guíen hacia ese abanico inmenso de posibilidades que es la vida, que no les limiten los caminos a descubrir. A veces los adultos con niños a cargo son negligentes en su cuidado, por convicción a veces, otras por haber convertido su vida en un toma y daca en el que el niño es desprovisto de su identidad para erigirse en arma arrojadiza. Toca devolver a esa criatura a su condición de niño y entra así en juego otro adulto ajeno al núcleo familiar, un adulto que sabe, un adulto que decide. A veces los adultos quisiéramos volver a ser niños para que otro tomase en nuestro lugar las decisiones complicadas. A veces, ni siquiera el gran adulto sabe si sus decisiones sirven de algo, si solucionan el problema o si abren la puerta a otro mayor.
"Sintió un mareo desagradable, se sintió vaciada, nada tenía sentido. Se le ocurrió la idea blasfema de que no importaba mucho que el chico viviera o muriera. Todo en gran parte seguiría siendo igual. La profunda tristeza, quizá el pesar amargo, los recuerdos tiernos, y después la vida seguiría su curso y las tres cosas significarán cada vez menos, a medida que los que le amaban iban envejeciendo y muriendo, hasta que ya no representasen nada en absoluto. Las religiones, los sistemas morales, el suyo incluido, eran como cimas de una densa cordillera vistas desde una gran distancia, entre las cuales ninguna destacaba de las otras por ser más alta, más importante o más verdadera. ¿Qué había que juzgar?"

La ley del menor - Ian McEwan

Portada de La ley del menor

Fiona Maye es jueza del Tribunal Superior de Justicia especializada en derecho de familia. Su trayectoria profesional es intachable y su dedicación a su trabajo ha hecho que haya ido postergando el anhelo de formar su propia familia. A sus casi sesenta años goza de una buena posición social y de una plena vida personal junto a su marido, Jack; o así lo cree. Un día Jack le pide permiso para mantener una aventura amorosa con otra mujer. Fiona empieza a sentir como los cimientos de su vida que tan firmes creía comienzan a tambalearse. La petición de su marido coincide además con un nuevo caso en el juzgado del que Fiona tendrá que hacerse cargo. Se trata del caso de Adam Henry, un joven a punto de cumplir los dieciocho años que está gravemente enfermo de leucemia. El tratamiento que aconsejan los médicos sin dilación incluye transfusiones de sangre, pero tanto Adam como sus padres lo rechazan por ser Testigos de Jehová e ir en contra de sus convicciones religiosas. Adam muestra una asombrosa madurez para su edad, a la par que hace gala de una exquisita sensibilidad y una inocencia y candor abrumadores que conmueven sobremanera a Fiona. Pero la jueza Maye ha de dejar aparte sus propias opiniones y sentimientos y tomar la mejor decisión para Adam Henry acorde a la legalidad vigente.
Ian McEwan es un narrador consumado, que nos va envolviendo y construyendo un castillo de naipes a nuestro alrededor. Cada carta en su sitio, cada siguiente paso a dar impredecible. Nos quedamos absortos, temiendo el próximo movimiento pero sin atrevernos apenas a movernos por no perturbar la frágil pero a la vez consistente estructura de lo conseguido. Sorprende todo lo que McEwan consigue abarcar en tan solo doscientas páginas, o no, si tenemos en cuenta que lo abarca pero sin cerrarlo (no os preocupéis, la trama si está bien cerrada). En realidad lo que hace es excavar y abrir túneles, somos nosotros los que decidimos si queremos seguir las vías abiertas (nosotros los niños, él el gran adulto), si seguimos cavando en busca de un punto de luz aun arriesgándonos a transitar por un túnel sin salida. Cada frase inicia una reflexión, cada vuelta de hoja invita a rascar sobre lo predeterminado. Los buenos libros formulan preguntas, no ofrecen repuestas. Tal vez no las haya, todas sean ciertas, o todas equivocadas.

La ley del menor - Ian McEwan

Carta azul. Fotografía de srgpicker

El caso de Adam Henry no es el único presente en esta novela aunque sí es su eje principal. Se desprenden de sus páginas matrimonios en los que el amor ha desembocado en crueles contiendas en las que los hijos quedan desprotegidos ante los egos heridos de sus padres, también son muchos los casos en los que la fe y las diferentes creencias religiosas separan más que unen. Tantos años de litigios pesan sobre los hombros de Fiona, tantas sentencias dictadas, tantas decisiones tomadas. Quizás, sin que se haya dado cuenta, hayan contribuido a su presente situación personal. Quizás, sin que se esté dando cuenta, los problemas en su matrimonio con todo lo que suponen, estén aumentando su receptividad hacia todo lo que le transmite Adam.
Fiona Maye es un personaje apasionante. Jack, Adam,... también son personajes magníficos, pero la historia, aunque escrita en tercera persona, está contada desde el punto de vista de Fiona, y es en ella donde confluye todo el maremágnum de contradicciones que representa esta novela y que es la vida misma. Fiona es una mujer fuerte, hecha a sí misma, pero que aloja dentro de sí una vulnerabilidad que precisamente es lo que la hace más atrayente como personaje. Fiona siempre en su sitio, como esposa, en las reuniones sociales, en su trabajo,... especialmente en su trabajo. Ahí no hay espacio para nada que no sea la ley y el orden, pero las leyes no siempre son solución y respuesta. Se acumulan las dudas, las incertidumbres, nace la culpa.
Ser adulto es tomar decisiones, aunque la duda consuma y las consecuencias se nos atraganten, por eso a veces quisiéramos volver a ser niños y que otro decidiese en nuestro lugar. Termino el libro con mis convicciones removidas pero en pie. Será que me toca lidiar con la moralidad pero no con la religiosidad (aunque la fe no es terreno tan solo abonado por las religiones, que no se nos olvide). Será que aunque me toque decidir por mí, estoy libre de la responsabilidad de decidir por nadie más.
"Sin la fe, qué abierto y hermoso y aterrador debió de parecerle el mundo."

La ley del menor - Ian McEwan

Taxi! Fotografía de GörlitzPhotography

Ficha del libro:

Título: La ley del menor
Autor: Ian McEwan
Editorial: Anagrama
Año de publicación: 2015
Nº de páginas: 216

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