Hasta donde alcazan mis recuerdos, mi madre siempre estaba en casa cuidando de sus hijas. Nos daba de comer, nos vestía, nos llevaba al colegio, siempre estaba ahí. Mis abuelas y tías también cuidaron siempre de sus hijos. Las mamás del colegio, estaban todas en la puerta siempre esperando a recoger a sus hijas. Alguna trabajaba, pero era algo así como raro. Mi pequeño mundo infantil estaba rodeado de mujeres que vivían por y para sus hijos; habían trabajado en su juventud pero al casarse y tener hijos habían dejado el trabajo para dedicarse única y exclusivamente a nosotros. En mi pensamiento infantil, pensé que siempre fue así.
Así que si nunca hubiera cogido un libro de historia nunca me habría dado cuenta de que las mujeres, desde los oscuros inicios de la vida, han trabajado dentro y fuera del hogar. Pero de esto hablaré en otro momento. También quiero hablar de muchas otras cosas relacionadas con la conciliación. Pero hoy quiero hacer una simple reflexión en voz alta.
Como decía, nunca me planteé que mi madre o mis familiares mujeres hubieran escogido ese camino voluntariamente. Resulta que no. Con el tiempo, al llegar a tener conversaciones de mujer a mujer con mi madre, me he dado cuenta de que ella siempre nos quiso, por supuesto, pero tuvo también la necesidad de realizarse como persona. De hecho, cuando mi hermana y yo tuvimos unos 10 años, consiguió un trabajo cerca de casa y se reincorporó al mundo laboral. Fue la mujer más feliz del mundo. Para mis padres siempre fue muy importante inculcarnos la necesidad de estudiar y desarrollarnos profesionalmente. Pero nunca se nos habló del momento en que nos convirtiéramos en madres. No culpo a nadie, por supuesto. Entiendo perfectamente a mi madre cuando me muestra sus sentimientos escondidos de una joven de 20 años que se vio con dos hijas y con todas sus aspiraciones personales totalmente truncadas.
Entiendo perfectamente que necesitara un espacio propio y entiendo perfectamente que quisiera para nosotras algo diferente a lo que ella vivió y no le satisfizo al cien por cien.
Pero ahora que sus dos hijas son madres, cuando ve cómo tenemos que hacer encajes de bolillos para llegar a todo, reconoce que quizás sí que tuvo suerte de poder estar por nosotras y cuidarnos con tranquilidad.
Tras siglos de lucha obrera, reinvidicaciones feministas y miles de discusiones por conseguir un respeto de la sociedad, el acceso al estudio o al mundo profesional, ahora las mujeres (o algunas de ellas) empezamos a darnos cuenta de que, en el camino, hemos perdido otro derecho: el derecho a ser Madres. Puede que al ser un derecho adquirido nadie se haya preocupado de defenderlo y conservarlo. Pero este derecho, muy a nuestro pesar, lo estamos empezando a perder.
Puede que también sea porque, por primera vez en siglos, la mujer es madre porque quiere. Porque así lo decide. No hace tanto de la llegada de métodos anticonceptivos a nuestra vida o de lo que nuestra generación siempre ha conocido como planificación familiar. Repito. Ahora somos madres porque queremos. Nuestras madres y abuelas, quizás no lo escogieron. Con eso no digo que no nos quisieran, que no se me malinterprete. Pero la decisión de traer un hijo al mundo, hasta hace muy poco, no estaba en manos de las mujeres.
La cuestión es que ahora, estrenado el siglo XXI, un grupo de madres que han disfrutado de aquello que otras consiguieron por nosotras siglos atrás (podemos votar, ir a la universidad, tener una profesión), nos hemos dado cuenta de que también queremos ser Madres. Y con ser Madres no me refiero ha traer hijos al mundo. Queremos cuidarlos nosotras, disfrutar de esa faceta de la mujer que es quizás la más hermosa y la que más sentido da a nuestras vidas.
Así como tiempo atrás, la faceta maternal de la mujer se daba por sentado, puede que nosotras, las mujeres del siglo XXI demos por sentada la otra faceta, la faceta profesional de la mujer. Porque puede que la vida siempre se mueva por la ley del péndulo y ahora estemos derivando hacia el lado opuesto. Puede.
Queda mucho camino por recorrer, pero creo que vamos por la senda acertada.
Por si alguien aun no se ha enterado, las redes sociales van llenas de información sobre un grupo de mujeres que son madres y profesionales y quieren cambiar el mundo. Grupo en FacebookCuenta de Twitter