Pero resulta que fue visto por un miembro del partido aristocrático, enemigo político, pidiendo que se cumpliera el castigo que él mismo había promulgado. Como reconoció que llevaba razón, se atravesó el vientre con la espada que llevaba en la mano, muriendo en medio del foro, entre el llanto de sus seguidores y el asombro de todos los ciudadanos.
Diocles, legislador de Siracusa, 414 a de CH I S T O R I A S D E L G R I E G O