Podrán buscarse distintas razones para justificar sus escenas legendarias. Hay quienes dirán, simplemente, que es un elegido del destino. Otro, esotéricos, afirmarán que tiene línea directa con el más allá. Quizás, la búsqueda deba ser más terrenal. Y en ese costado, sí, aparezcan motivos acertados que ayuden a comprender el fenómeno de Martín Palermo. Como su fortaleza mental, motor de funcionamiento pleno para soportar lesiones y golpes familiares. También, su voluntad de superación. Y sobre todo, su falta de temor al que dirán. Allí, entonces, se entenderá mejor por qué dejó una huella. Una huella de goles para recordar en Estudiantes, Boca y la Selección. Y al que, ahora, se suma su cabeza en el último clásico contra River. Nada más. Nada menos.