Revista Cultura y Ocio
Existe un espacio en nuestra mente (en la mente de todos) donde reinan la fantasía, las fábulas y el misterio; y ésa es la explicación de que determinadas obras (sean novelísticas o cinematográficas) triunfen de forma multitudinaria. Así, las historias de Matilde Asensi; así, las películas de Indiana Jones. Christian Kupchik editó con el sello Nowtilus un volumen que ahondaba en una de esas vetas: la búsqueda de riquezas y reinos imposibles o fabulosos en el Nuevo Mundo. Es decir, el mito de El Dorado, la Fuente de la Eterna Juventud, el reino de Paititi, la Ciudadde los Césares y algunos otros referentes inexcusables que alimentaron la ingente leyenda de América. Y lo hace amontonando un vertiginoso caudal de datos históricos, citas de exploradores y misioneros, observaciones de estudiosos y hasta indicios arqueológicos plenamente modernos. Todo ese material dota al libro de un aire serio y ponderado, que lo aleja de cualquier tentación sensacionalista.Así, cuando nos habla de las presuntas amazonas que habitaban en las inextricables selvas del Nuevo Continente se nos advertirá de que tal mito carece de todo fundamento, pues se articula sobre referencias culturales europeas adaptadas a las Vírgenes del Sol de tierras americanas (que poco tenían de guerreras y mucho de estandartes religiosos). Y cuando tiene que abordar algún tema polémico, como el célebre tesoro perdido del emperador Moctezuma, se limitará a indicarnos que, según fuentes de la época, fue sumergido en una laguna (página 112), sin prestarse a más conjeturas.Quizá las dos aproximaciones que más pueden sorprender al lector medio sean las que el argentino Christian Kupchik dedica al piloto norteamericano James Angel (quien, mientras trataba de encontrar el famoso oro de El Dorado, descubrió el salto de agua más elevado del mundo, llamado desde entonces Salto del Ángel, en su honor) y al explorador Percy Harrison Fawcett (quien a mitad de los años 20 se adentró en la selva amazónica en busca de una legendaria ciudad perdida y jamás volvió a saberse de él; actualmente el público lo recuerda porque sirvió como inspiración para el personaje de Indiana Jones, al que Steven Spielberg ha dotado de fama universal).
Un nutrido catálogo de fotografías (desde restos arqueológicos hasta los más variados paisajes americanos), citas textuales entresacadas de docenas de libros y un asombroso y elaborado cuadro de biografías y cronologías completan un volumen que, lejos de avanzar por el fácil sendero de la verborrea mistérica o del efectismo tipo Íker Jiménez, nos concede la posibilidad de conocer mucho y bien de cuanto escondió y sigue escondiendo el amplio mundo de las culturas precolombinas. Un trabajo tan elogiable como recomendable.