César Borgia
Nuestro protagonista llega a esta situación de nada más y nada menos, que de la mano de los Reyes Católicos, mediante el brazo ejecutor, famoso en el mundo entero, conocido como “El gran Capitán”, Gonzalo Fernández de Córdoba. El Gran Capitán llega a tierras italianas para apaciguar las revueltas de las familias romañas contra los españoles que vivían en Italia, o al menos, eso creía César. Pero en Realidad, Gonzalo Fernández arriba a las afueras de Roma para detener al hijo del Papa por haber sido aliado del Rey francés contra lo que se llama el Nápoles español. De esta forma, el Gran Capitán lleva preso a César hasta España, encarcelándolo, en primer lugar, en el castillo de Chinchilla. En este mismo castillo, el batallador Borgia intenta escaparse primeramente. En la torre del homenaje, alegando subir hasta el punto mas alto para admirar el paisaje junto a Grabiel Guzmán, alcaide del castillo, intenta asesinar a este empujándolo hacia el vacío. Aunque César es un repudiado combatiente, Guzmán es capaz de equilibrarse y tomar el control de la situación. César Borgia no tuvo mas opción que pretender que todo era una broma, y no un intento de asesinato. Este relato lo encontramos de primera mano en las “Relaciones topográficas” de Felipe II.
Castillo de Chinchilla (Albacete)
Ante esto, el Grán Capitán, hombre audaz y perspicaz, decide trasladar al prisionero a otro castillo, el Castillo de la Mota, en la actual Medina del Campo (Valladolid). También hace este traslado para separarlo de la zona de mayor poder e influencia de los Borgia, el territorio Valenciano, y alejarlo de la costa. Esta vez, el alcaide, Gabriel de Tapia, no caerá en sus redes embaucadoras. Pero si que conseguirá escapar. Tras pasar un tiempo en la prisión de dicho castillo (eso sí, bajo grandes comodidades dignas de su alta alcurnia), logra conjurar su escapada junto a la ayuda exterior de Rodrigo Alonso Pimentel, conde de Benavente, el cual era contrario al Rey Fernando. Tan solo le faltaba un buen aliado dentro de la fortaleza; lo encontraría en la figura del capellán de La Mota y algunos siervos/criados.
Castillo de la Mota (Medina del Campo)
De esa forma, en una oscura noche de 1506, César se descuelga desde una ventana mediante una cuerda. Se dice, que hacia el final, faltaba algo de soga, por lo que tuvo que bajar de un salto para llegar al caballo que le esperaba abajo. A toda prisa, se reúne con el conde de Benavente, quien, tras pasar por Villalón, donde se escondería unos días, llega a Santander, desde donde se trasladará hacia Navarra, salvado por el rey Juan III de Albret, pues este era hermano de su esposa francesa, Carlota.
En realidad todo esto no ocurrió, porque si veis el castillo eso es imposible. Mario Puzo, en su libro "Los Borgia" narra la realidad de los hechos:
"Un día, pasada la medianoche, César vio cómo la puerta de su celda se abría lentamente. Pero en vez de un guardia, quien entró fue Duarte Brandao (consejero de César) llevaba una cuerda enrollada alrededor del brazo.
—¡Duarte! —exclamó César—. ¿Qué hacéis aquí?
—Rescataros, amigo mío —contestó Duarte—. Pero debéis daros prisa. No tenemos mucho tiempo.
—¿Y los guardias? —preguntó César, cuyo corazón latía frenéticamente.
—Han recibido un generoso soborno —dijo Duarte mientras desenrollaba la cuerda.
—¿No pretenderéis que descendamos por esa cuerda? —preguntó César, frunciendo el ceño Es demasiado corta.
—Desde luego —dijo Duarte, sonriendo—. Sólo la colgaré para proporcionarle una coartada a los guardias —continuó diciendo mientras fijaba la cuerda a la argolla de hierro que había en la pared y descolgaba el otro extremo por la ventana.
Salieron de la celda y César siguió a Duarte por la escalera de espiral que descendía hasta una pequeña puerta en la fachada trasera de la fortaleza. No se cruzaron con ningún guardia. Duarte corrió hasta el lugar donde la cuerda colgaba, balanceándose junto al muro, a varios metros del suelo, y sacó un frasco de terracota del bolsillo de su capa.
—Sangre de pollo —le dijo a César—. Esparciré un poco justo debajo de la cuerda y dejaré un rastro que señale hacia el sur. Así pensarán que os heristeis al saltar y que huisteis cojeando en esa dirección, cuando, en realidad, nos dirigiremos hacia el norte.
César y Duarte atravesaron una pradera y subieron a lo alto de una colina, donde un niño los aguardaba con dos caballos. —¿ Adónde nos dirigimos, Duarte? —preguntó César—. No creo que queden muchos lugares seguros para vos y para mí. —Así es —dijo Duarte—. Hay pocos lugares donde podamos estar seguros, pero aún quedan algunos. Vos cabalgaréis hasta la fortaleza de vuestro cuñado, el Rey de Navarra...."
Fuente: https://cesarborgiaticum.wordpress.com/tag/huida/