Continuación del artículo: "La leyenda de Von Lettow y los askaris alemanes" de "Harry Flashman" del foro El Gran Capitan (ver link al final del post). Para leer el comienzo del artículo haga click aquí
IV. La batalla de Tanga.
Tan pronto como empezó la contienda en Europa, Von Lettow tuvo que acantonar a sus askaris en diversas zonas de las fronteras para prevenir infiltraciones británicas y belgas una vez que, como queda dicho, los aliados se negaron a declarar neutrales los territorios africanos contribuyendo, de este modo, a extender un poco más la destrucción bélica, si bien tenían la buena razón de ambicionar la posesión de Dahomey, Camerún y Tanganika.
En el caso que nos ocupa, Londres dispuso que una fuerza expedicionaria al mando del general Edward Aitken partiera de la India para atacar Tanganika. Se dispuso que el desembarco tendría lugar al norte de Dar es Salaam, en una ciudad que ha dado nombre a una de las más importantes contribuciones del siglo XX a la felicidad de la humanidad: Tanga
La operación era sencilla: ocho mil hombres entre oficiales británicos y soldados indios y gurkhas –la doctrina militar británica no era muy favorable al uso de soldados africanos, al los que consideraban poco capaces pese a los problemas que les habían dado los zulúes en Sudáfrica. Los indios, en cambio, estaban mucho más contrastados-, para enfrentarse a la menguada tropa de Von Lettow, que como hemos dicho había tenido que enviar diversos contingentes de su fuerza a zonas fronterizas, en especial al Kilimanjaro.
Los británicos, sin embargo, no contaban con tres factores: la pericia del desconocido Von Lettow-Vorbeck, el valor de sus tropas y la incompetencia de Aitken, perteneciente a esa especie de generales ingleses que causaron a su ejército más pérdidas que el enemigo. Los barcos ingleses llegaron frente a Tanga en 2 de noviembre de 1914 y desembarcaron a sus primeros hombres, que fueron recibidos a tiros por los askaris. Sin embargo, dado que sus fuerzas eran escasas y los atacantes estaban protegidos por la artillería naval, se retiraron y durante dos días Aitken desembarcó su material.
Lettow, sin embargo, se había apresurado en llegar, acompañado de los pocos askaris que pudo retirar del norte y el Kilimanjaro. Él mismo, en bicicleta y con el rostro ennegrecido, entró en Tanga acercándose sin problemas a las líneas británicas. Comprobó que los suyos estaban en inferioridad numérica de cuatro a uno
El 6 de noviembre, los británicos comenzaron su avance hacia Tanga. Los askaris, parapetados en las hierbas altas y maizales del camino, disparaban a placer contra ellos pero Aitken dio orden de no romper la formación. Llegaron a Tanga con graves pérdidas, conquistaron los edificios principales y Aitken dio una orden clave: ordenó preparar el champán
En ese momento, los askaris salieron de los maizales gritando, disparando y finalmente cargando a la bayoneta contra los indios y gurkhas, que les seguían superando enormemente en número. Sorprendidos, huyeron en desbandada hacia las playas mientras Aitken, temiendo un segundo ataque con 'las reservas', les siguió sin saber que en aquel ataque suicida habían participado todos los askaris y oficiales con los que contaba Von Lettow. Perseguidos por los insultos de los askaris ('insectos' les llamaban, un grave insulto en swahili) se refugiaron de nuevo bajo el tiro de la artillería naval.
Los askaris tomaron posiciones para mantenerlos en la playa bajo el fuego de sus fusiles y ametralladoras, de tal forma que al día siguiente Aitken tuvo que ordenar el reembarque urgentemente. Había perdido trescientos hombres entre muertos y heridos, dejaba cuatrocientos prisioneros y, lo más importante, todo el material desembarcado: un millar de fusiles, dieciséis ametralladoras, medio millón de cartuchos, teléfonos de campaña y equipos de comunicaciones y gran cantidad de uniformes. Von Lettow ya tenía material para librar su guerra
En cuanto a Aitken, fue degradado. Dicen quienes le conocieron que bastaba que oyera el nombre de Von Lettow para sumirse en la depresión. No sería el único. Poco después, cuando los británicos suponían a Von Lettow aún en Tanga (es decir, en la costa ), otra tropa británica atacó por la zona del Kilimanjaro... para encontrarse que los askaris se habían desplazado con una tremenda rapidez, y fueron igualmente rechazados. En 18 de enero de 1915, en Jassin, los aliados decidieron posponer sus planes para la conquista de Tanganika en favor de objetivos más asequibles.
V. El ejército fantasma
Una vez conquistadas todas las colonias alemanas de Africa (Namibia, Camerún,. Togo…), volvieron de nuevo su vista hacia el Oriente. En 1916, los británicos planificaron una operación a gran escala para expulsar a Von Lettow, sabedores además de que de este modo podrían enviar una gran cantidad de recursos a la guerra europea. Un ataque combinado de británicos, belgas, franceses, sudafricanos y después de que entraran en guerra, portugueses, entraría en Tanganika desde todas partes. Lettow, a todo esto, no había podido recibir suministros desde el Reich, de tal forma que se había dedicado a seguir preparando a sus askaris, aunque no sumaban más allá de diez mil. Enfrentados ambos ejércitos finalmente en Jassin, donde a pesar de la victoria había tenido muchas pérdidas irreemplazables, Von Lettow se había convencido de que no podía soportar una campaña convencional, con lo que había decidido pasar a la guerrilla cuando se viera acosado.
Durante dos años, Von Lettow y sus askaris fueron la pesadilla del sudafricano general Smuts. Poco a poco, fueron cayendo en manos aliadas Tanga, la región del Kilimanjaro y el lago Victoria, Bagamoyo y Dar es Salaam. En todos los casos, sin apenas resistencia
Von Lettow había desaparecido. Sus askaris vagaban por la sabana, apareciendo en el lugar más inesperado, desplazándose con enorme rapidez y tomando del enemigo todos sus suministros. Lettow sabía que su única esperanza era mantener en Africa un número importante de enemigos, evitando que pasaran a los campos de batalla europeos y consiguió que Smuts tuviera a su cargo a trescientos mil para cazar a los diez mil askaris con los que llegó a contar.
No lo consiguieron. Contra él lucharon cientro treinta generales. Causó al enemigo muchísimas veces más bajas que las que sus fuerzas sufrieron pero, al no tratarse de una guerra especialmente cruenta, lo más importante fueron las ingentes pérdidas de material que causó a los aliados. Aparte de lo que destruía, sus tropas estaban equipadas con material tomado al enemigo con una excepción importante: cuando el crucero alemán Königsberg, destinado a la lucha en corso en el Indico, se vio acosado por la Royal Navy en el río Rufigi en 1916, sus hombres evitaron su completa destrucción recuperando sus cañones, para los que construyeron cureñas y usaron como artillería de tierra. En 1915, por cierto, los británicos ocuparon la isla de Mafia, frente a la costa, para dar cobertura a los barcos que cazarían al Konisgberg. Para el desembarco precisaron no menos de seis compañías (aprox. 250 hombres) contra una defensa de veinte askaris y dos oficiales alemanes.
Las tropas aliadas pensaban que sus askaris estaban protegidas por un algún tipo de hechizo. Cuando Smuts tomaba Dar es Salaam, los askaris amenazaban Nairobi. Cuando se les buscaba en el interior de Kenia, aparecían en Mozambique. Cruzaban a pie los desiertos y bebían orina cuando escaseaba el agua. Cazaban su comida y comieron carne de hipopótamo, serpiente y modo y cuando se acabaron las medicinas 'europeas' recurrieron a la tradicional africana, además de arreglar sus ya maltrechos uniformes con lo que encontraban a mano. Y sin embargo, las poblaciones nativas, que preferían el dominio alemán al británico, no apoyaron al invasor ni desertó un solo askari.
Aquella guerra, además, era 'caballerosa'. No hubo bombardeos, ni trincheras ni gases axfisiantes. Tras los asaltos a tiros y bayonetazos, no había ensañamiento con el enemigo derrotado. Los prisioneros aliados eran liberados bajo palabra de no volver a combatir. Cuando Von Lettow fue condecorado con la Cruz de Hierro con las máximas distinciones la noticia le llegó con un emisario de Smuts, que le transmitió su felicitación. Se dice que en varias ocasiones se concertaron conferencias entre mandos de ambos bandos, pero quizá no sea más que una leyenda porque no hay referencias claras de lugar y fecha.
En octubre de 1917 los aliados consiguieron por fin localizar a los askaris y obligarlos a una batalla convencional. Se enfrentaron en el paraje de Mahiwa, sufriendo los askaris un centenar de bajas. Los aliados perdieron a 1.600 hombres y tuvieron que dejar escapar de nuevo a los ‘alemanes’.
El 9 de noviembre de 1918, los askaris alcanzaban la ciudad de Kasama, en Zimbabue y el 13 completaban su conquista. Dos días antes, Alemania se rendía en Europa. Le llegaron noticias del armisticio, pero no estuvo seguro hasta que capturó a un mensajero aliado que llevaba noticias que lo confirmaban. Von Lettow dio a cada uno de sus hombres un certificado que avalaba su pertenencia al ejército alemán (esto tendría su importancia), los licenció y mandó emisarios al enemigo que había puesto en fuga, anunciando su disposición a rendirse
Cuentan testigos que el general sudafricano Van Deventer, que recibió la rendición en Abercom (Zimbabue), parecía bastante incómodo. Von Lettow se constituyó prisionero con 155 de los 218 oficiales que habían iniciado la guerra (sus askaris sufrieron también pocas bajas, aunque no se pudo comprobar al haberlos dispersado) y entregó treinta ametralladoras británicas, miles de fusiles belgas y británicos, una batería antiaérea portuguesa, varios obuses y morteros belgas y cientos de cajas de munición aliadas. De su armamento original quedaban siete ametralladoras y algunos fusiles. Todas sus tropas, además, estaban vestidas con uniformes enemigos modificados.
VI. Derrota, gloria y abandono.
Von Lettow-Vorbeck fue liberado y volvió a Alemania con sus oficiales. Su trayecto hasta Dar es Salaam fue un paseo triunfal, jaleado por multitudes de colonos alemanes pero también de nativos que lo consideraban un héroe legendario que había conducido a sus guerreros a la victoria. En Alemania desfiló con sus oficiales por la Unter den Linden como el único general victorioso e invicto de la guerra y después abandonó el ejército estableciéndose en Hamburgo.
El turbulento panorama político de la República de Weimar también le arrastró en su torbellino. Conservador convencido, cuando se produjo la insurreción comunista de los espartaquistas se puso al frente de los Freikorps paramilitares de ultraderecha en Hamburgo y dirigió la represión de la sublevación. Hay que decir que con bastantes muertos. Parece ser que también apoyó el ‘putsch Kapp’, también de extrema derecha contra el gobierno de Baviera, por lo que tuvo que dejar el ejército. En ese intento de golpe de estado participaron personajes que luego intervendrían en el posterior de Hitler, y bastantes miembros de lo que luego serían las SA.
Sin embargo, Von Lettow no simpatizó con el nazismo (posiblemente porque sus vivencias africanas le hubieran hecho inmune a las proclamas racistas de Hitler) y formó un partido conservador que trató de oponerse al totalitarismo nacionalsocialista, siendo diputado en el Reichstag. Cuando este llegó al poder se retiró de la vida política.
Hitler, no obstante, trató de captarle para su movimiento y le ofreció el apetitoso puesto de embajador en Gran Bretaña. Cuenta algún biógrafo que mandó a Hitler, literalmente, a la mierda. El Führer montó en cólera pero no se atrevió a proceder contra aquel héroe popular. Se le dio un rango militar honorífico y se le olvidó.
Uno de sus oficiales, Theodore Von Hippel, se mantuvo en activo en la Reichswehr y, de acuerdo a lo aprendido en Africa, impulsó la doctrina de las operaciones especiales en el ejército alemán. Se le recuerda como creador de los Comandos de Brandeburgo. Su cuerpo no gozaba de demasiada popularidad entre los altos jerarcas del partido porque no excluía a los no arios, pese a ser una unidad de élite. Más bien los prefería cuando se trataba de realizar acciones contra enemigos que no lo eran.
Von Lettow-Vorbeck pasó la Segunda Guerra Mundial en el ostracismo, en Hamburgo, bajo los bombardeos. Dos de sus hijos murieron en el frente y al acabar la contienda estaba en la indigencia (tenía, recordemos, setenta y cinco años). La salvación le vino, increíble para los usos y costumbres del siglo XX, de sus antiguos enemigos, los británicos, pues su viejo y caballeroso rival, Jan Smuts, consiguó una pensión británica para él
VII. La vuelta a Africa
Von Lettow volvió a Africa en 1953, invitado de nuevo por Smuts. En su camino a Ciudad del Cabo quiso pasar por última vez por Dar es Salaam, donde el gobierno colonial iba a recibirle con los máximos honores.
El día de la llegada de von Lettow los británicos repararon en un grupo de ancianos situados en la primera fila del público. Eran apenas una docena, pero cuando el viejo general pisaba de nuevo la tierra de Tanganika, rompieron la barrera de protección, se plantaron ante él y se hincaron de rodillas antes de ponerse en pie y saludar militarmente. Eran supervivientes de la Schutztruppe, y que de ese modo volvían a cumplir la promesa de estar siempre junto a su general como estipulaba su himno, 'Haya Safari', cuya letra cantaban oficiales y soldados en swahili. Von Lettow los abrazó y luego desfilaron por el muelle cantando 'Haya Safari'. Fueron su guardia de honor durante toda su visita
Von Lettow murió, casi centenario, en 1964, después de conseguir que el Bundestag aprobase por fin pagar los sueldos y pensiones atrasadas a sus soldados. A tal fin se desplazó una delegación alemana provista de fondos a la ahora independiente Tanzania y dado que ni ellos ni el estado sabían muy bien como articular el cobro, convocaron mediante anuncios a todos los supervivientes.
El día del cobro se presentaron unos trescientos ancianos, pero muy pocos conservaban el documento que les extendió Von Lettow. Como a la minuciosidad alemana repugnaba tanto que alguien que mereciera la pensión quedase sin ella como que la cobrase algún intruso, pensaron en un medio de control.
Un funcionario alemán una feliz idea. Entregó a cada anciano un bastón y, seguidamente, les ordenó en alemán formar, presentar armas, marchar, apuntar... Ni uno solo había olvidado la instrucción recibida cincuenta años atrás y ningún intruso había osado hacerse pasar por uno de aquellos que seguían siendo reverenciados como héroes. Las pensiones fueron pagadas (una auténtica fortuna para cada uno) y Lettow pudo, por fin, cumplir su última deuda con sus soldados.
Se dice que hasta hace algunos años aún podía encontrarse en Tanzania a algún anciano que se presentaba orgullosamente diciendo: 'Mimi ni askari mdaichi'.Es decir: 'Soy un soldado alemán'
Fuente: "La leyenda de Von Lettow y los askaris" - El Gran Capitán.