Revista Espiritualidad

La leyenda del joven

Por Alfredo


La leyenda del joven.(Por: Alfredo Abrisqueta)Cuenta la leyenda que un joven se aventuró en las profundidades del antiguo y legendario continente asiático. Recorrió paso a paso cada centímetro de su belleza natural, palpó cada aroma saboreando las divinas imágenes que conquistaban su percepción. Este joven se marchó de su tierra en busca de respuestas a sus incómodas preguntas. Pasaron cinco años cuando encontró un pequeño templo en las entrañas de la selva tropical Taman Negara.

El joven se detuvo un instante para observar detenidamente, sabía que era un viejo templo de sabiduría oriental y que dentro de él habría una especie de sacerdote sabio que le ayudaría a entender sus dudas. Pasada la media hora abrió la puerta y entró. Era un templo muy antiguo, maravillosamente iluminado y arropado por el calor del sol. En una especie de altar, se encontraba un hombre mayor de larga barba blanca sentado con las piernas cruzadas y con los ojos cerrados.

—Adelante joven  —dijo el sabio que custodiaba el templo—. Tienes tres preguntas y tres respuestas —El joven pasó y fue caminando lentamente hacia el sabio entre la duda y la valentía—. Has tardado cinco años para formular tus preguntas y tardarás otros cinco para entender las respuestas. Sin embargo, solamente al final del camino, recuperarás cinco lustrosos lustros por cada año sembrado. 

El joven quedó asombrado y pensativo mientras el sabio anciano mantenía la misma postura. Pasada otra media hora, el joven creyó encontrar la tercera mejor pregunta que se le podría hacer al legendario sabio oriental. 

—¿Por qué he venido hasta aquí? —preguntó el joven.

—Un amado sabio español dijo una vez: "caminante no hay camino, se hace camino al andar". Alzaste tu voluntad entre los dormidos y eres testigo de un mundo aletargado. La soledad es el principio y la duda el motivo. Joven y torpe eres, aún no sabes escuchar las estrellas. Necesitas que orienten tus pasos hacia un nuevo destino y por eso has venido aquí.


—¿Por qué yo y no otra persona cualquiera? —formuló el joven, impaciente, su segunda mejor pregunta. El sabio abrió los ojos, vio al joven y se levantó. Se acercó hasta él y le susurró al oído—. Porque tuviste el valor de abrir un libro, dejar volar a tu imaginación, buscar lo que gusta de ocultarse, fracasar y levantarse, apreciar la vida sin temor a la muerte, amar tu libertad y luchar por aquélla que pertenece por derecho a todos los pueblos. Fuiste capaz de entender que con sangre y piedra se levantan las murallas pero que son los ideales los que construyen las sociedades. Y aunque en el cielo no haya estrellas nunca cesaste en buscarlas. Nunca perdiste la dignidad por nadar a contracorriente, por creer en valores caídos en combate e impedir que los consuma el tiempo.  

El joven anonadado por la segunda respuesta quedó pensativo. Repasó cada palabra dicha por el anciano intentando ver el sentido. Sin embargo, con cierto reparo, se atrevió a formular la tercera y última pregunta.

—¿Qué es lo que cabe esperar de mi? 

—Los que pueden observar, renuncian escuchar a la serpiente para evitar ser engullidos. Los que nacen por segunda vez, son hombres libres que deben derribar los dolorosos muros de la sinrazón. El hombre occidental ha sucumbido al embrujo de su propio orgullo y está necesitado de un nuevo amanecer. Al igual que los bebés necesitan de las matronas para venir al mundo, los pueblos requieren de las suyas para vivir en paz. La misión de los hombres libres consiste en liberar a los demás borrando sus huellas de hierro que impiden vivir con dignidad. Así pues, joven, ahora cargas con sabias respuestas mientras deshaces tus pasos de vuelta a tu hogar. 

Finalmente el joven se marchó del templo y volvió a su casa. Tal y como dijo el sabio, tardó cinco años en comprender sus respuestas. Sin embargo, valió la pena porque ganó otros cinco lustrosos lustros en sabiduría, por cada año sembrado.


 
La leyenda del joven.(Por: Alfredo Abrisqueta)


Volver a la Portada de Logo Paperblog