No era bueno contemplar con sus propios ojos la depravación de uno mismo; mientras uno se ve obligado a contemplar su propio rostro, es como si simplemente no se tenga rostro, o que éste sea el antiguo, aquel de antes de caer en la depravación
No había leído nada de Philip Roth, pero es un escritor del que tengo referencias por otros. Debería haber empezado quizá por otra, pero ya llegará. En la leyenda del Santo Bebedor nos habla de un vagabundo que tiene un golpe de suerte que le cambia la vida. Pero no es solo cuestión de suerte, el vagabundo, un hombre que bebe absenta como yo bebo café y que además de un milagro recibe un encargo, dar cierto dinero a una santa de una catedral.
Ha sido interesante seguir el periplo del bebedor, con en encargo en la mente y los sucesivos golpes de suerte que le hacen cambiar de vida, aunque no quiera dejar la bebida para acabar muriendo a los pies de la santa.
De la novelita, es un cuento largo o una novela muy corta, me he quedado sobre todo con la prosa de Roth, tan maravillosa, tan estupenda, con los ir y venir, con las reflexiones sobre la depravación que igual compartía el mismo Pihilip Roth, una sensación que algunos también tenemos o hemos tenido. La depravación que marca el rosto y la vida de aquellos que se dejan caer por la cuesta de la vida. Me he acercado a ellos, los he mirado con otros ojos, pobres vagabundos, orgullosos de su suerte pero que no pueden mirarse en el espejo sin dejar de ver las marcas del alcohol y de sus vivencias en sus rostros barbudos. Igual si les ocurriese un milagro también afeitarían sus barbas y se comprarían una cartera. Quizá también ellos buscarían un viejo amor, un poco de cariño en el resto.
Es una novelita cortita pero que merece mucho la pena. No dudo en reencontrarme con Roth dentro de poco, cuando mis obligaciones lectoras me lo permitan. De vez en cuando es bonito leer sólo por placer.
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