Se cuenta que hubo un joven que descubrió que algo pasaba entre su padre y su esposa, cuentan que el padre violo a la mujer y de ahí el pleito que terminó con la muerte de su progenitor, su abuelo que había escuchado de la pelea juro castigar a su nieto por haber matado a su propia sangre amarrándolo y asestándole una serie de latigazos con un “mandador de pescuezo”, frotándole con ají picante entre las heridas y mandándole al perro para que lo mordiera hasta el fin de los tiempos en los talones.
Aquel que mato a sus padres, condenado a vagar eternamente con una especie de saco en los que están los restos de sus progenitores, suele presentarse de forma peculiar haciendo un silbido desde la nota “do” hasta la “si”. Cuenta la leyenda que cuando escuchas su silbido de cerca no estás en peligro, pero si lo escuchas a lo lejos él está cerca, el escuchar su silbido también es signo de mal presagio, algo tan cercano a la muerte.
El Silbón recorre las regiones llaneras como un alma en pena apareciéndose principalmente a los borrachos, escuchándose también el choque de los huesos de sus padres en el saco. Siempre silbando, desde entonces las personas del llano afirman haberlo visto.
Un hombre más alto que el árbol, sentado al lado de un camino, sus rodillas tan altas que superan la altura de su cabeza cuando está sentado, nadie sabe si atacara, ni en que sitio estará .Durante los veranos se le puede ver jugando con arena la cual recoge y deja caer varias veces, sin embargo es en invierno durante los meses de lluvia que está en busca de sangre y venganza, acechando a su presas ebrias con un largo palo para matarlos y después comer sus intestinos. Y así poder beber el licor que está dentro de ellos.