Últimamente se puso muy de moda hablar de la libertad. La libertad de expresión, de culto, de pensamiento, entre otras. Es por eso que esta columna se llama la libertad de la libertad, porque mientras más ahondamos en la libertad, más nos hundimos y menos libres nos sentimos. Porque después de todo: qué es la libertad. ¿Quién la delimita? ¿Se puede delimitar o acaso no debiese tener fronteras? De ser así, cómo podemos definir la palabra libertad.
Es un tema complicado. Yo misma me lo pregunto y no sé qué responder, por tanto, les aviso de inmediato, esta columna no es un intento de definición de libertad porque carezco de herramientas para eso. Sin embargo, es una columna para derribar ciertas falacias que me parece necesario aclarar entre tanto humo que se ha lanzado, últimamente, a la palabra libertad en nombre de ciertos actos que están fuera de toda lógica como lo es el conflicto protagonizado por la gente detrás del pasquín Charlie Hebdo y los fanáticos religiosos.
La caricatura del Islam
Se habla de países musulmanes como si un conjunto de países tuviesen las mismas políticas de estado, costumbres, rasgos culturales, entre otras. Lo cierto es que jamás he oído tan ligera y ridícula generalización para hablar de países cristianos, por ejemplo. Menciono esto porque es lisa y llanamente imposible hablar con tamaña generalización. No se puede hablar de Arabia Saudita e Indonesia como si fueran lo mismo, pues a todas luces no lo son.
Se habla a menudo de la mutilación genital femenina en los países musulmanes, considerando que el islam promueve la violencia y la subyugación de la mujer. Sin embargo, en Eritrea casi el 90% de las mujeres sufren de esta injusticia; algo parecido sucede en Etiopía donde casi el 75% de las mujeres engrosan esta negra estadística. Cabe destacar que ambos países con cristianos, NO musulmanes y en ningún país musulmán la mutilación genital femenina representa un gran problema como en los dos ejemplos anteriores.
Por otra parte, en Irán, Arabia Saudita, Bangladesh, entre otros, las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. Es más, son consideradas inferiores y, por ejemplo, no pueden manejar o votar. Sin embargo, en Indonesia las mujeres son consideradas con los mismos derechos que los hombres. Mientras que en Turquía ha habido más mujeres presidente que en EEUU. Esto demuestra que el hecho de un grupo de países compartan una religión no significa que sufren los mismos problemas sociales o comparten las mismas visiones de mundo.
Se trata de la religión de 1,5 billones de personas en el mundo que si fueran en su totalidad violentas, ya habrían acabado con todos nosotros. Pero no lo son. Son solo personas profesando una creencia que los ayuda a manejar su vida y los hace felices. Arabia Saudita es quizás el país musulmán más extremista, pero no representa a todos los países musulmanes. El problema con el Islam es que acostumbramos a utilizar dos o tres ejemplos para caricaturizar una creencia. El problema es de ciertos grupos que han decidido extremar sus creencias para satisfacer su necesidad de poder y control. No es el deseo de 1,5 billones de seres humanos. Es el deseo personal y egoísta de quienes abrazan ideales podridos. No es culpa de ningún dios, es de nuevo responsabilidad total del ser humano. El problema no es la religión, puesto que ninguna de ellas es pacífica o violenta en sí. La violencia o la paz están en manos de los seres humanos y si existe algún ser humano que es violento será de igual manera un cristiano, un hindú o un budista violento. Todo nuevamente está en manos del ser humano. Además, vale la pena pensar a quién le conviene toda esta propaganda sobre el Islam. A quién le convienen más los violentos y los extremistas. Quién los abastece de armas. Seguro no es ningún dios ni ningún creyente.
La caricatura de Charlie Hebdo
Charlie Hebdo era pasquín, cuyo fin –según su gente- era la de criticar, aunque tenía más pinta de querer ofender, escandalizar, llamar la atención con portadas prometedoras para vender más que el afán de la crítica constructiva para lograr una sociedad mejor. Charlie Hebdo no es más que la caricatura que quienes carecen de argumento utilizarán para estigmatizar a unas personas que tienen igual derecho a profesar una fe con la pasión que consideren necesarias. Hoy, el mundo entero condena el crimen hacia la libertad de expresión, pero para mí no fue un crimen contra dicha libertad, sino fue un crimen contra unos periodistas de poca monta que utilizaban la ofensa para alarmar y sustentar un negocio que de otro modo no habría sido rentable. Si su afán principal hubiese sido el de criticar para construir una mejor sociedad, habrían entendido que la ofensa, la estigmatización, la discriminación no son en ningún caso armas positivas. Son nocivas. Pretender que los extremistas no reaccionen ante la ofensa, no es sino pecar de ingenuo o pecar de imbécil. Nada justifica un crimen cobarde como el acaecido en Francia. Pero de igual forma nada justifica el abuso de la libertad de expresión, puesto que esta libertad puede ser dolorosa para otros seres humanos. Haber guardado esas caricaturas y ponerlas en la pared del baño, en vez de en la página principal de un pasquín habría salvado vidas, a la vez que habría evitado estigmatizaciones e injusticias peores.
La caricatura libertad de expresión en Francia
“La libertad de expresión en Francia es una completa falsedad y un fraude”.
Noam Chomsky
He estado en Francia un par de veces. He caminado por las calles de París llenas de militares portando cada uno más armas de las que haya visto en vida, armas más grandes que mi propia humanidad. Para qué están ellos aquí, pregunté a mi amigo francés una tarde. Para protegernos de los enemigos, de la amenaza constante bajo la cual vive Francia, me contestó agradecido, o más bien sometido. ¿Te sientes cómodo con ellos a tu alrededor?. Lo digo porque a mí me hacen sentir incómoda y me infunden miedo más que tranquilidad, le dije. Yo me siento más tranquilo con ellos, porque el gobierno nos quiere proteger de la barbarie que los enemigos siembran en nuestra contra… No quise seguir con esa conversación que sumada a la presencia de los militares, me dio un dolor de estómago insoportable. Decidí ir a casa a pensar. Hoy pienso nuevamente en esa sociedad “cuna y morada de la libertad de expresión” y me pregunto ¿de cuál libertad de expresión? ¿de qué libertad? Yo no me sentí libre en Francia, como no me siento ni me he sentido libre en ningún país porque las libertades que nos podemos permitir, en ningún caso las decidimos nosotros, sino que las deciden los poderosos. En este mundo se puede decir solo aquello que le haga el juego al poder, que contribuya a que este buque sea comandado por y para unos pocos. La libertad de expresión la dictan “ellos” cuando deciden qué se habla en la prensa, qué temas pueden estar de moda, qué merece prensa y cuánta… Además, la cuna de la libertad de expresión no está exenta de censura e injusticia. Cualquiera que camine por París presenciará la discriminación que yo, como sudaca por supuesto sufrí. Sin embargo, la discriminación de la que yo pude haber sido víctima no se compara a la que sufren los argelinos, marroquíes y cualquier árabe que arranque del hambre en sus países; hambre que por supuesto provoca el mismo estado francés junto a sus secuaces imperialistas. Los franceses se han formado bajo el sello de intelectuales y se creen entre ellos, y se besan sus rizos de oro en sus universidades públicas, mientras el mundo se pudre a causa de sus bazofias. No por nada comenzamos este apartado con una frase de Noam Chomsky, puesto que él mismo en 1979 fue víctima del chovinismo y la censura en Francia. Una sociedad que se jacta de superioridad intelectual, sin embargo, no tiene idea lo que pasa realmente fuera de sus fronteras. El silenciamiento, la difamación de la que Chomsky ha sido víctima en Francia no se debe sino a que un puñado de intelectuales han forjado su “inteligencia” en un país que peca de soberbio creyendo que son el mundo entero y todo lo que en él se piense. Por supuesto, generalizar es igualmente injusto para quienes sí poseen los valores que Francia y Charlie Hebdo han ensuciado con su egoísmo. Mis disculpas a quienes se encuentran dentro de las fronteras de Francia y fuera de las fronteras del círculo intelectualoide del poder.
Por consiguiente, la libertad de expresión debe ser ejercida y jamás se debe aceptar la censura, mucho menos el crimen por su causa; no obstante, no se debe hacer un uso excesivo de la misma porque en la práctica se pueden desatar tormentas peores. Incluso las libertades que nos tomamos deben tener un límite para conservar la armonía de la sociedad en que vivimos.
Por Cristal