La lima
22 agosto 2013 por matthewfragel
Era un pasado reciente, hirsuto y con sobrepeso. Gastaba un mostacho ralo y su reconocible bamboleo lateral, a lo Pipi Calzaslargas. Nunca ha llevado trenzas ni tampoco es un pasado pelirrojo, pero eso es lo de menos.
Este pasado mío es optimista y feliz profesional, en este y en todos los tiempos. Conserva esa ingenuidad infantil que adoro y a la vez me saca de mis casillas. “No has cambiado nada”, le digo. Y sonríe.
La visita me invita a pensar en cómo los días gastados van abrasando la memoria. Como las personas a las que conocimos van perdiendo las aristas, los planos y los ángulos. Como la lima del tiempo las reduce a una caricatura de sí mismas. Lo que queda son cuatro rasgos hiperbólicos y mal pegados, que estiramos hasta mucho más allá de lo cierto. Un espantajo grotesco, tramposo, de trazo grueso.
Y sin embargo son esas injusticias las que impiden que desaparezcan del todo. Son esas deformidades esperpénticas, las que fijan a esos personajes contra las resbaladizas paredes de la memoria. Sin ellas acabarían escurriéndose, desintegrándose, disolviéndose en una sopa de neurotransmisores.
Como las espinas del pescado en la garganta, a veces esos recuerdos clavados molestan y hacen sangre. Pero claro, esa es otra historia.