Los Pirineos han servido, a lo largo de la historia y el presente, para establecer y delimitar la frontera natural entre España y Francia. Pero el delirio de Francisco Franco le llevó, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, a erigir en nuestro país la mayor obra de fortificación militar construida en Europa.
Bajo la denominación oficial de Organización Defensiva de los Pirineos, la dictadura del caudillo levantó entre 1937 y mediados de los años cincuenta un conjunto de búnkers a lo largo de la cordillera montañosa con el fin de impermeabilizar el limes con el país vecino ante una hipotética invasión, bien de los republicanos exiliados o los maquis y sus aliados, tras la conclusión de la Guerra Civil.
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Uno de los búnkers de la Línea P en Santa Elena, Biescas (Huesca)/lacampanadeuesca.es
Son pocos los restos que quedan de la denominada Línea P o Línea Pirineos, una militarización de los Pirineos en toda regla. Un hermoso enclave natural convertido en uno de los lugares con historia de España relacionados con la guerra. Pero por ejemplo en Vizcaya todavía se pueden visitar algunos búnkers (Punta Lucero en Zierbena, Durañona en Trápaga, Ganguren en Galdakao, Munarrikolanda en Berango, Punta Galea en Getxo y Sopelana o Cabo Villano en Gorliz)
El proyecto inicial de Franco era de dimensiones faraónicas, pues contemplaba levantar entre 8.000 y 10.000 asentamientos militares a lo largo de los 500 kilómetros aproximados que los Pirineos abarcan desde el Cantábrico hasta el Mediterráneo. ‘Solo’ se construyeron unos 4.000 búnkers. Para su construcción se movilizaron grandes cantidades de medios y hombres (esencialmente soldados de reemplazo). La obra fue confiada a las antiguas regiones militares que hacían frontera con el país vecino: La IV (Cataluña), V (Aragón) y VI (Navarra/País Vasco)
Cada conjunto artillero se ideó para que estuviera rodeado de trincheras comunicadas entre sí dotado de pozos, observatorios y alambradas. Alojarían asimismo un arsenal compuesto por ametralladoras, cañones, piezas de infantería y morteros. Los búnkers podían ser de observación o mando, combate, artillería, a cielo abierto o simplemente abrigos. Para la realización de estos trabajos se escogía un centro de operaciones dentro de cada zona que fortificar. En el caso del Valle del río Aragón se eligió la estación de ferrocarril de Canfranc, por encontrarse en un punto central.
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Nido ametralladora en La Guingueta, Lérida./Arnaucc
El proyecto no solo contemplaba la edificación de búnkers; incluía además un informe de destrucciones, que debía dar cuenta de todas las destrucciones que se tendrían que realizar en caso de una penetración enemiga hacia los valles, para no entorpecer los fuegos y que el enemigo no tuviese parapeto alguno. Además de estos informes, también estaba el de minas. Muchos de estos asentamientos, aparte de contar con alambradas, tendrían que estar protegidos a su alrededor por un campo de minas.
El temor remitía, junto al enemigo comunista, también a una posible operación relámpago de las tropas nazis de Adolf Hitler, que, en su afán de controlar toda Europa, vigilaban los pasos fronterizos galos mediante la Gestapo a pesar de que oficialmente era el régimen colaboracionista de Vichy quien debía hacerlo. La amenaza aumentó tras el desencuentro del Führer con el Generalísimo en la famosa entrevista de Hendaya.
Una gran parte de estas fortificaciones habían sido levantadas por las tropas republicanas en tiempos de contienda civil, que fueron modificadas por los nacionales a medida que iban conquistando territorios. Utilizaron ingentes cantidades de cemento y hierro para su reconstrucción en el más absoluto de los secretos, pero la obra nunca llegó a culminar ni entró en servicio, aunque el ejército mantuvo activo el plan hasta 1985, momento en el que fue abandonado tras el ingreso de España en la Unión Europea y la OTAN.
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Búnker perteneciente al sistema defensivo de la Línea P en Aragón./lacuevaboreal.es
La obra adoleció de una serie de deficiencias, a ojo de los expertos que han analizado los búnkers. Sus dimensiones no eran adecuadas pasa la instalación de arma pesada, la gran mayoría estaba al descubierto o en pésimas zonas estratégicas y las fortificaciones de hormigón apenas podrían resistir los obuses mas potentes del enemigo.
En la actualidad, estos búnkers son un atractivo histórico más que añadir a la oferta turística de las regiones en liza que cuentan con algunos de ellos, aunque su grado de abandono es tal que se han convertido en nido de murciélagos, cazadores o pastores.
Punta Lucero, sobre el puerto de Bilbao, es una de las fortificaciones más conocidas y mejor conservadas. Aún sobreviven los restos de los cañones y varios edificios castrenses construidos sobre el antiguo cinturón de hierro diseñado por Goicoechea. La posición de Ganguren era una de las más amplias. Disponía de cuatro cañones ya desaparecidos y una excavación subterránea bastante prolongada.
Dónde dormir: Hotel Las Nieves; Av de Francia, 13; 22700 Jaca (Huesca); teléfono: 974360100.
Dónde comer: Restaurante Ciria; Av los Tilos, 0; 22440 Benasque (Huesca); teléfono: 974551612.
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