La Revista hispano filipina de Asia y el Pacífico nació poseída de gran rigor científico y espíritu innovador. La editora y alma máter de esta publicación tan singular fue la doctora Anne Pau y su primer número fue muy celebrado en algunos círculos historiográficos, e incluso mereció una reseña elogiosa en las páginas culturales del diario La voz de Manila, que a la sazón estaba a cargo de don Dionisio Montesdeoca, catedrático de historia antigua en la Universidad de Santo Tomás.
Pero, pese a las expectativas tan halagüeñas que la revista levantó, su vida fue efímera y no llegaron a editarse más que unos pocos números, y aun estos con escasa difusión y alcance limitado. Su desaparición está ligada, al parecer, a la caída en desgracia del mecenas de la iniciativa, el gobernador general de Filipinas, marqués de Peña Plata, a quien los sectores más conservadores acusaron de ser demasiado transigente con los independentistas tagalos.
Comoquiera que fuese, el último número de la revista estaba dedicado a los viajes que navegantes españoles y portugueses realizaron por el Pacífico Sur con intención de explorarlo; y entre los varios estudios y documentos que incluía hay un artículo que resulta de un interés incuestionable, ya que en él viene a narrarse nada menos que la historia de la desaparecida nao Santa Isabel, una de las que componían la expedición de Álvaro de Mendaña en su segundo viaje de descubrimiento de las islas Salomón. La Santa Isabel se había extraviado del resto de la flota en mitad de un temporal, durante la madrugada del 8 de septiembre de 1595, víspera del avistamiento de la primera isla del archipiélago de Santa Cruz, al sureste de las Salomón, y a pesar de que Mendaña dispuso que se patrullase en su busca por término de varias semanas, no se halló rastro alguno de ella y finalmente se la dio por naufragada.
Pues bien, el artículo en cuestión incluye lo que parece ser copia facsímil de un relato, escrito por un presunto superviviente, sobre las peripecias de dicha nave. En una breve pero bien argumentada introducción, la doctora Pau no se atreve a calificar al documento de verídico por miedo, confiesa, a que pierda credibilidad, pues todo lo que se anuncia como tal está, por el mero hecho de ser anunciado, bajo sospecha de no serlo. Se limita a destacar su carácter extraordinario e indicar que obedece al espécimen de manuscrito hallado, si bien, tal vez por omisión involuntaria, no menciona su procedencia.
Y si hubo alguna posibilidad de subsanar tal laguna, los acontecimientos de aquel agitado momento de la historia se encargaron de impedirlo, pues muy poco después de editado el número a que nos referimos sobrevino el desastre del 98 y el subsiguiente cambio en la administración de las Filipinas, a raíz del cual se perdió todo registro documental de la doctora Pau y cualquier otra iniciativa editorial que pudiera haber emprendido.
El contenido del relato se ofrece íntegro a continuación, tal y como aparece publicado en la revista.