Vas al supermercado y te encuentras una avalancha de libros de autoayuda escritos por alguna instructora de crossfit, cuyo título te invita a estar en paz, a ser feliz y a "encontrar tu camino" a través de la serenidad que da un abdomen plano.
También está el libro de la modelo de morning show lleno de "secretitos y consejos útiles" para ser más feliz y tener una vida más plena. Ha aparecido otra especie que es la del consultor de negocios que se ha transformado en gurú espiritual en el arte del mindfulness y la felicidad; no sé como sea su abdomen, si ovoide y peludo, pero va en la misma línea de la paz interior cosmética.
La ex-reina de belleza también escribe su libro con confesiones sobre sus secretos de eterna juventud para "verse bien" y todo lo necesario para vivir una vida más confiada. Ni hablar del libro sobre finanzas personales, muy apropiado para el que sobrevive con un salario mínimo o que intenta arañar un trabajo estable en una economía en crisis para construir algo... el eslogan de nuestros tiempos es que "todo se puede".
También está el libro de la "feminazi" promedio que encuentra su definición como mujer comparándose con los hombres, atacando al género masculino, demostrando al final que "las mujeres también podemos..." y que somos "más poderosas y valientes que los hombres". ¿Y es que tienen alguna duda de que pueden y de lo que ya tienen...? ¿Tienen que demostrarle algo a los hombres para poder construir una identidad? Les pregunto...
Alguna vez también encontré un libro que, debo confesar, no me aguanté la tentación de ojear. Era algo como "lecciones de budismo para el día a día". Creo que el Buda Gautama, desde donde sea que presencie la realidad de esta Tierra, debe estarse rascando la cabeza y preguntándose "¿En qué la habré cagado?". Era una apología a la pseudo-sabiduría ramplona y sin fundamento, alejada del espíritu y las enseñanzas atribuibles al budismo.
Al supermercado vamos cada que necesitamos algo que nos hace falta, es el perfecto lugar donde confluyen la oferta y la demanda, la carencia y la abundancia. Es el afuera donde hallamos todo aquello que no tenemos. Esa literatura pulula en estos lugares, es fácil, conveniente, de alta rotación, digerible, llamativa, perfecta para el vacío que sentimos que debemos llenar y con el que vivimos. Es el sueño traído a la realidad por algún experto en mercadeo de cualquier editorial.
Es la solución perfecta para encontrar recetas, manuales y guías de cosas que no hacemos porque no entendemos de fondo el problema en el que vivimos y sus consecuencias. Porque somos cómodos, inconstantes, perezosos e indisciplinados. Si el asunto no nos resuelve algo en el afuera o en la aceptación de los demás, sencillamente lo pasamos por alto ¿Te suena familiar?
Y atención a esto: no es culpa de las editoriales, es su negocio, nosotros como mercado alimentamos esa maquinaria. Las editoriales necesitan vender, ser rentables y sobrevivir, son empresas normales. Sobre todo, ahora que estamos abocados a tantos vídeos gratis en un Youtube, nutridos por una interminable caterva de imbéciles con cámara o editores digitales. Juro que he pensado en cultivar alguna imbecilidad para volverme youtuber. No son todos, claro está, algunos le están sirviendo a la humanidad, pero son casos excepcionales, ese es el problema de fondo.
¿Qué hiciéramos para vender una literatura distinta? Ahora que vivimos en un mundo más libre y que casi que podemos leer y publicar todo lo que queramos, nos hemos entregado a la basura. Hace años había que pedir algún imprimatur para que los santos jerarcas nos dejaran leer determinado libro y, de no ser así, había que proceder con las deliciosas marañas del intercambio, lectura y conservación de libros clandestinos... so pena de ser duramente castigados y señalados. Era algo al mejor estilo de las revistas porno de la adolescencia y previo a la era de Internet ¡Ay de ti donde te pillaran en el colegio viendo y traficando revistas con interminables imágenes de exquisitas y bien cuidadas entrepiernas femeninas!
La Internet nos robó ese encanto... Ahora esa posibilidad es casi ilimitada, también como es de irrestricta la cantidad de portales, blogs y publicaciones (legales y clandestinas) que rueda por la web sin costo. Algo que no se nos ha podido quitar es eso de que "algo por estar escrito, ya es verdad" (o por aparecer en algún vídeo en Youtube). Deliberadamente hemos apagado [y nos apagan] el juicio crítico de la realidad. Por eso también prosperan tantas fake news (noticias falsas) en internet, porque sencillamente creemos en lo primero que nos dicen. ¡No me explico cómo no hay más niños en el mundo en este momento! El que lo entendió, lo entendió.
Creo que uno de los aprendizajes más valiosos que podemos darle a la gente en este momento, independientemente de su edad, es la virtud de filtrar críticamente lo que llama "realidad", cuestionarse lo que creemos que es la verdad. Aprender a hacernos preguntas del estilo:
¿De dónde viene esto que me dicen? ¿En qué contexto está puesto? ¿Quién lo dice? ¿Quién es quien lo dice? ¿Cuál es su intención? ¿Y qué tal si hubiese una realidad contraria? ¿Cómo sería? ¿Qué más se está diciendo sobre esto? ¿Quién lo dice y desde dónde? ¿Quién (persona o entidad) lo refuta o refrenda? ¿Por qué lo hace? ¿Qué tan aplicable es a mi vida? ¿De qué forma lo es? ¿Por qué tendría que seguir estar recomendaciones? ¿Y qué pasa si no las sigo?Podrían ser más preguntas, pero algunas de estas nos bastan por ahora. Cada respuesta nos mostrará un camino y más preguntas. ¿A qué le estamos dando poder? ¿Qué estamos pasando por alto?
🙂