Revista Jazz & Blues

La llaga

Por Calvodemora
Hay días sin letras de Bob Dylan en la memoria con las que sortear los codazos del destino, días de un gris martillo, días con una emergencia de caballo desbocado, días perfectos para razonar el declive del imperio del corazón, días de óxido en la retina y un límite de estiércol en el pulso, días de consecuencias incalculables y gatos desentendidos en la acera mientras enfilas calles hacia el trabajo, días que revelan la audacia de las horas al condenarnos a su tránsito, días sin la voz  de Leonard Cohen en la memoria con la que sortear los codazos del destino, días de blues subterráneos, días de hoteles baratos con un cenicero lleno de metáforas, días de un volumen insoportable, días para dejarse crucificar por el viento y no contener el llanto, días bizarros de cuenca de ojo de vaca, días abiertos en canal y levemente maquillados para el velatorio, días sin letras de Van Morrison en la memoria con las que sortear los codazos del destino, días de puro asombro, días de esplendor recogido en un fondo oscuro de catálogo, días sin presentimientos que ocupan un renglón en un diario perdido en un parque, días sin lírica con un cláxon vejatorio en el aire, días con una costra adherida a las horas pares, días sin letras de José Agustín Goytisolo en la memoria con las que sortear los codazos del destino, días de moho caliente, días de abrazos partidos a la puerta de un dispensario de júbilos, días con mapas trucados por el azar, días de sentimientos minerales, días de un gris enfermo que no toma su dosis diaria de melocotón en almíbar, días de resurrecciones inaceptables, días de suicidos brevísimos, días abalconados a la tragedia, días de una espesa carnalidad, días sin letras de Ángel González en la memoria con las que sortear los codazos del destino, días de humedad en el hueco en donde se va alojando el alma, días de retroceso en el percutor del entusiasmo, días de disidencia en el espejo de los sueños, días sin letras de Charles Baudelaire en la memoria con las que sortear los codazos del destino, días confusos de nombres que consienten la piedad y la ternura, días de caligrafía perturbada, días de fonética infame, días en los que hubiese sido mejor no haber puesto el dedo en la llaga, pero la llaga está y no ha renunciado a su cuota de texto.

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