Revista Cultura y Ocio
Reviví el domingo lo vivido el viernes 19. Sigo con vocación de encierro hasta que esto no termine de pasar del todo. Casi siempre salgo solo, como solo estoy en casa. A veces, muchas veces, pesa mucho este estar solo sin nadie; aunque todas las semanas viene P., con el que como y hablo, sobre todo, de lo que le preocupa. Otras, disfruta uno con dejarse envolver por la música a un volumen que, sin ser exagerado, resultaría inconveniente a cualquiera; o ensimismarse en la lectura de un libro que cautiva. A cualquiera también, estoy seguro. Lo del viernes fue curioso. Estaba escribiendo sobre los poemas de Julián Rodríguez que se publicaron en Nevada (Sevilla, Renacimiento, 2000) para un libro en homenaje que se editará aquí, en Extremadura, y con uno de ellos delante, «Maximilian Kolbe», que remite al del mismo título del poeta Dick Davis sobre el fraile franciscano polaco que quiso morir en Auschwitz, donde estaba prisionero —«que no me venzan / el dolor, la ansiedad, el desconsuelo», del poema de Julián— para ponerse en el lugar de un desconocido. En eso estaba cuando escuché en la radio el nombre de Maximiliam Kolbe dicho por Jorge Barriuso en su programa La llama, de Radio Clásica —las noches de los viernes, de once a doce, con Andrés Romero en los controles. Hasta ese momento no me había percatado de lo que estaba escuchando —prueba de que estaba concentrado y de que también el medio ambiente sirve para algo cuando se sale del ensimismamiento—; pero anoté el momento para recuperarlo entre las grabaciones prodigiosas del archivo casi inmediato de la radio. Fue el domingo. Barriuso entrevistaba a un escritor guatemalteco del que no he leído nada: Eduardo Halfón (1971). Es autor de un buen número de obras y ha publicado en Libros del Asteroide novelas como, entre otras, El boxeador polaco (2008), Monasterio (2014), Duelo (2017) o Canción (2021), que es la que más ocupó la entrevista del programa. Leo que la obra de Halfón ha sido traducida al inglés, alemán, francés, italiano, serbio, portugués, holandés, japonés, noruego, croata y turco; que en 2007 fue nombrado uno de los treinta y nueve mejores jóvenes escritores latinoamericanos por el Hay Festival de Bogotá; que en 2011 recibió la beca Guggenheim; que en 2015 se le otorgó en Francia el Premio Roger Caillois de Literatura Latinoamericana; y que en 2018 recibió el Premio Nacional de Literatura de Guatemala, el mayor galardón literario de su país natal. Jorge Barriuso conversó con él, que hablaba desde Francia, donde actualmente reside. Y fue casi al final de la entrevista cuando culminó el corte musical con la referencia a la banda sonora de la película Maximilian Kolbe, del polaco Krzysztof Zanussi (1991), que vi, a golpe de tecla, ese domingo, y en la que el personaje de un fugado del campo de exterminio lo interpreta el Christoph Waltz que fuera luego nazi caza judíos en Malditos bastardos de Tarantino. Casi al terminar la película alguien dice que «no existe amor más inmenso que el de aquel que da su vida por otros», y yo me quedé pensando en lo cómodo que es escribir sobre estas coincidencias. Nuevamente.