En los últimos tiempos hay una manía clasificatoria de las generaciones que ante englobábamos en mayores, adultos, jóvenes y niños. Ahora no nos dan las letras del abecedario para etiquetar a grupos de personas nacidas en una misma época con no sé cuántas características físicas, mentales y sociológicas. En fin, que como buena miembro de la Generación X me he ido por las ramas. El caso es que en estos meses se está imponiendo la expresión "ambición silenciosa" ( Quit Ambition, que queda mucho más cool) para definir cómo están cambiando las relaciones laborales la Generación Z, que parece ser que nacieron desde 1990 hasta el año 2000. Por lo visto, estos jóvenes no están interesados en promocionar en las empresas a puestos intermedios o superiores si eso supone más estrés y peor salud mental. Pues bien por ellos si han aprendido de la experiencia de las generaciones anteriores, que estamos hechos gofio como se dice en Canarias, de luchar por conciliar vida laboral y familiar y por llegar a fin de mes.
La cuestión es que esa ambición silenciosa tiene varios matices, se atribuye a los trabajadores que no quieren ascender, pero no se habla de aquellos a quienes ni se les ofrece la oportunidad. Hay muchas empresas que, simplemente, una vez contratada la persona para un puesto determinado, no tienen ni la más mínima intención de promocionarla, no existen cursos de formación, ni pruebas, ni selección alguna. Luego está el techo de cristal para las mujeres, a las que se les presupones que no querrán ascender, porque es imposible conciliar la vida laboral con tener familia. Así que la etiqueta de Ambición Silenciosa habría que tomarla con mucha cautela, en este mundo actual donde la precariedad es la reina.