Obra sin pretensiones, «La llamada» es una función de latido juvenil, con todo lo que ello tiene de positivo; desinhibición, frescura, desenfado, ingenio... Respira a pulmón abierto, es disparatada, anhelante y esperanzada y, sobre todo, enormenmente divertida, Concebida como un musical casero (los temas originales me parecen lo más flojo de la obra), cuenta la historia de una joven que recibe un día una reveladora llamada, que ha de transformar su vida. La amistad, el amor incipiente, la hora de tomar decisiones. la religiodad, los cambios, subyacen en esta obra, hilada con una extravagante historia.
Los mismos autores dirigen la función en un constreñido escenario (manda la escenografía de «Burundanga», la principal apuesta del Lara). El escaso espacio que les queda condiciona y comprime la acción, pero de la necesidad hacen virtud y convierten el patio de butacas en marco de algunas de las más logradas escenas.
Macarena García, último premio Goya como actriz revelación por su extraordinario trabajo en «Blancanieves», encarna a la protagonista. Me confesaba un par de días antes del estreno que ella, como su personaje, se siente en un momento de cambios profundos. Mucho ha pasado desde que la vi por vez primera, en el patio de butacas del Coliseum, en la presentación del proyecto de «High School Musical»; todavía no se había confeccionado el reparto definitivo, pero los responsables de Stage ya tenían claro que esta bellísima joven de sonrisa franca y mirada vehemente sería la protagonista. Ella otorga candidez, ternura y frescor a su personaje, y canta con dulzura. Belén Cuesta ofrece sinceridad a su temblorosa hermana Milagros, y Andrea Ros desparpajo y espontaneidad a Susana, su personaje. Gracia Olayo es una divertidísima Madre Bernarda, y Richard Collins-Moore le aporta un distraído hieratismo a su peculiar papel de Dios.
La foto, una vez más, es del espléndido Javier Naval