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Y Tagg accionó la llave, introduciendo el código rápidamente en la diminuta pantalla azulada. Luego, plenamente satisfecho, la guardó en un bolsillo de su pantalón. Tagg salió de allí el primero con su moto, detrás de él toda la comitiva le siguió en fila de uno haciendo rugir sus máquinas en dirección hacia la nave madre. Una vez todos entraron en el vientre de ella, la noche rasgó su velo y un círculo de bordes luminosos se fue abriendo en el cielo como un boquete en la vastedad del espacio, agrandándose poco a poco. La puerta estaba abierta. La nave de los mordani despegó, se elevó en el aire dirigiéndose hacia al agujero aquel. Al cabo de unos pocos segundos, desapareció engullida por aquella boca abierta en la inmensidad de la noche. Luego, igual que se abrió, en un instante volvió a cerrarse. Los tres amigos respiraron aliviados. Se habían salvado por los pelos de una muerte horrible. —¿Cómo has podido hacernos esto, Frank? Parece mentira que no conozcas los métodos de esos salvajes. Casi nos matan. Y tú pensando solo en jugar— le recriminó Gurth. —Era una sorpresa—contestó el aludido—. Quise daros una alegría. Y un disgusto a esos macarras. Me llevé la llave para manipularla y cambiarle las coordenadas. Ellos confiaban en volver a Tritón. Sin embargo, desconocen que el código interno que les puse les lleva ahora mismo hacia Epsilon Eridane B, a un montón de años luz de su casa. Y que es imposible que ya puedan rectificar la ruta. No los volveréis a ver, a menos que vivan medio siglo más cada uno. Y eso si sobreviven, que lo dudo. Os he librado de ellos para siempre. De nada, chicos. No hace falta que me deis las gracias. _______ Desde el confinamiento, este relato mío perteneciente a "Ida y vuelta", con la intención de evadirnos un poco de la realidad.
A la calle no podemos salir, pero del espacio nadie dijo nada.El pdf te lo puedes descargar gratis aquí.